El Arrepentimiento del Padre Cruel
vo rojizo que cubrió las humildes casas de adobe del pueblo, un lugar olvida
sus chozas, entrecerrando los ojos para mirar la máquina de metal que
licóptero se abr
a absorber la luz del sol. Sus zapatos de piel, lustrados hasta brilla
formaron un perímetro a su alrededor, apartan
fríos y calculadores recorrían el
la pregunta al aire, sin dir
ser obedecida sin chistar, resonó en
resp
en el aire, casi tan palpable como el polvo. Sabían quién era este hombre, el líder del cartel
pero necesario. Isabella, su verdadero amor, su reina, estaba enferma. Una extraña dolencia que los mejores médicos del mundo no podían cur
da de una amenaza palpable. "¡Tráiganme a Sofía ahor
silencio persistió. Era un silencio pesado, lleno
ostro era un mapa de arrugas profundas y sus ojos, aunque viejos, sostenían la mirada de Ricardo con
sorprendentemente firme, "la person