oche, había pedido perdón incansablemente, pero mi cuerpo no olvidaba. Durante las clas
ba más.
es salieron a visitar a unos amig
ma -me dijo mi madre desde la
o la chica disciplinada
un hormigueo en el estómago. La casa estaba vacía.
latía muy rápido, como si estuviera haciendo algo p
smo de siempre: la misma chica obediente de s
ropa doblada sobre el inodoro. Era la primera vez que me veía desnuda c
erré los ojos. El agua caliente bajaba por mi pecho, po
dores del instituto, algo que una chica mayor que yo le había
ué de manera que el chorro cayera directamente sobre
rré, apoyándom
Más difuso, pero constante. Moví mis caderas, buscando el án
a más. Nec
el lavabo. Era uno sencillo, con un mango de plás
n voz alta, sin saber muy bien de qué lado o
ra sí. Sí que
no me separé los labios vaginales y con la otra acerqué e
. Ni siquiera mis propios dedos. La idea
ré hondo y empujé un poco más. El mango entró apenas un ce
a, aunque sabía que e
endo mi propio cuerpo. No dolía, pero tampoco era c
as un par de centímetros. Con cada movimiento, mi cu
: alguien diciéndome qué hacer. No era na
e ordenaba. Y obedecí, introd
cómo tocaba un punto dentro de
la voz en mi fan
z en mi mente se volvió más clara y también más autoritaria. Decidí que era una voz de ho
enó mi fantasía,
unto sensible entre mis pliegues, mi clítoris, y come
upliqué, aunque
oz imaginaria-. Todav
ndo a mi propia fantasía. El control que ejercía sob
vez más fuerte-. Lo neces
denó la voz-.
ó con una fuerza que me hizo caer de rodillas en la ducha. El ce
temblaban tanto que no podía levantarme. Finalmente, e
sando en lo que acababa de hacer. Pe
é un largo rato antes de devolverlo a su sit
que había sentido. Esta vez no vino la culpa inmediata como la prim
n dándome órdenes? ¿Por qué la id
cama, mirando al techo. Mi cuerpo se sentía diferente,
a parar, que esto e
pronto encontraría un rostro real. Y que