Venganza de una Mera Sirvienta
e miró con sorpresa al verme entrar a esas horas. Le e
oso. "¿Se puede saber qué te pa
nila bordado sobre una silla. Era de un r
abia. "¡Te he dicho mil veces que no dejes tu
expresión.
lo dobló con un cuidado casi reverencial y lo guardó en el interio
tentando calmar la situación. "Seguro que
y me puse el vestido. Era una obra de arte, con volantes de seda y e
n espejo. Máximo me obse
, sentenció. "No tiene chi
amila. Su voz, incluso a través del teléfono, so
mismo", dijo Máximo, sin apartar la mirada de su reflejo e
í. "Tengo que irme. Cam
jó sola, en medio de la
cía una extraña, una tonta vestida para u
unas tijeras?", p
horrorizada, p
erador que había escuchado en mi vida. Corté y corté, hasta que el vestido que repre