Diosa de Muerte: Deuda de Sangre
me alejé de la confrontación en el
gimió, llevándose una mano a
rrió hacia ella, tomándola en sus brazos. Al pasar a mi lado, ni siquiera me mi
d, observando cómo se la llevaba. Una risa amar
é para mí misma. "
e necesitaba. Su elección estaba he
un empleado vi
requiere su presen
e la tormenta. El Dr. Salas estab
una intoxicación. Parece qu
e fulminó co
ía. Siempre te encargas de
Isabella, me defendió débilmente.
, en privado,
dáselo. Arreglaremos esto en sile
yo era culpable. Me estaba pidiendo que admitiera un crim
cimiento, mi ciencia, que había salvado su fort
as", dije, mi voz sin emoción
es del divorci
oser, fingiendo una dificultad para respirar que era digna
usando un sello de tinta roja de la mesa
yúdala",
erbal, un placebo. Sabía que Isabella solo sufr
tó", se aferró a Alejandro
me! ¡Quería deshacer
Guardias! Llévense a esta criminal
laboratorio, comprada por los De la Vega, confe
ivorciaré de ti", me dijo con firmeza. "Pero debes ser casti
rectamente
cre
duda fue s
mi destino. Me llevaron a l
al subordinado traidor. Un mensaje claro de Doña Elena: la lealtad
o a verme. Me trajo una
ijo, su voz teñida de una cul
que reconocí de mis propios estudios.
i voz apenas un susurro. "Déjame tener mi derecho
s! Es solo... para evitarte más dolor
do que en un hombre no tendría efecto.
cenizas, tomé el ta
y él, eufórico por mi sumisión, no entend
rutal. Empecé a sangrar. Alejandro entró en páni
la tragedia. "Las lesiones son gr
a mi lado, sosteniendo mi mano mientr
rmido en una silla junto a mi cama, todaví
lpe. "¿Estás bien
de madera que yo guardaba en mi mesita de no
ocarlos", respondí,
ndo de amor, de protección. Palabras v
olver, reiterando un
ua que fui. Mi amor por él solo me había traído menti