Donde Crecen las Alas
cio se rompió de golpe por el chillido estridente del teléfono fijo, ese que casi nunca
lpeando con fuerza en el pecho, como si ya supiera que esa llamada n
, la voz aún tom
ero había algo en su tono, una gravedad que la hizo sentarse d
bras. Incendio. Fundación. ¿Qué significaban,
qué estás
hora. Alguien lo provocó,
, temblando. Luciano seguía hablándole por el teléfono, con frases entrecortadas, escribiéndole el estado del edificio, los primeros
dijo Luciano, más bajo, casi como s
ué
.. es de Rafael. Quemada, me
o flotó entre el
único que Amelia logr
ejó sin mirar demasiado, con las manos heladas aferradas al volante. Su mente viajaba más rápido que el auto, repasand
madera chamuscada, plástico derretido y algo más, algo agrio, como el rastro invisible del miedo. Los faroles de los bomberos parpadea
el coche, un bombero
parte de la
e la Vega. So
de humo y ceniza. Cada paso que daba se sentía como una traición: a los niños que se atendían all
suelo, apoyada contra el marco, estaba la foto. Amelia la vio antes de que se la señalaran
acable, con ese rostro de piedra que la había atormentado tanto tiempo. El hollín marcaba su fre
sti
olenta, como símbolo para enviar un mensaje tan cruel? ¿Cómo podían convertir la historia de su familia en una
vaba el rostro tenso, y apenas
está jugando sucio, Amelia. Esto no es so
ada, pero su rostro era un
to del
Amelia se apartó unos metros y se sentó en un banco de cemento.
primer niño al que le dieron una beca. El esfuerzo invertido no solo en ladrillos
es una advertencia. Nos están diciendo que saben quiénes somos. Que qui
ue el humo del incendio. ¿Cuánto quedaba sin cerrar en esa histor
erdad? -preguntó
os que estar
nas del
la estructura. Todo apuntaba a que el fuego se había iniciado en do
suspendido hasta nuevo aviso. Y Amelia sintió que el fuego no había consumido solo un e
o de pronto-. A Gabriel. A Tomás. A Isa
. Y en su mirada había algo que ella no
o un momento en el jardín delantero. Se acercó al almendro que tanto cuidaban con Gabriel y lo t
sus hijos. En sus secretos. En
caja de madera vieja que había guardado desde joven. Adentro, entre papeles, e
la misma sensación que se tiene
bía marc