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Donde Crecen las Alas

Capítulo 4 El incendio

Palabras:1112    |    Actualizado en: 09/06/2025

cio se rompió de golpe por el chillido estridente del teléfono fijo, ese que casi nunca

lpeando con fuerza en el pecho, como si ya supiera que esa llamada n

, la voz aún tom

ero había algo en su tono, una gravedad que la hizo sentarse d

bras. Incendio. Fundación. ¿Qué significaban,

qué estás

hora. Alguien lo provocó,

, temblando. Luciano seguía hablándole por el teléfono, con frases entrecortadas, escribiéndole el estado del edificio, los primeros

dijo Luciano, más bajo, casi como s

.. es de Rafael. Quemada, me

o flotó entre el

único que Amelia logr

ejó sin mirar demasiado, con las manos heladas aferradas al volante. Su mente viajaba más rápido que el auto, repasand

madera chamuscada, plástico derretido y algo más, algo agrio, como el rastro invisible del miedo. Los faroles de los bomberos parpadea

el coche, un bombero

parte de la

e la Vega. So

de humo y ceniza. Cada paso que daba se sentía como una traición: a los niños que se atendían all

suelo, apoyada contra el marco, estaba la foto. Amelia la vio antes de que se la señalaran

acable, con ese rostro de piedra que la había atormentado tanto tiempo. El hollín marcaba su fre

sti

olenta, como símbolo para enviar un mensaje tan cruel? ¿Cómo podían convertir la historia de su familia en una

vaba el rostro tenso, y apenas

está jugando sucio, Amelia. Esto no es so

ada, pero su rostro era un

to del

Amelia se apartó unos metros y se sentó en un banco de cemento.

primer niño al que le dieron una beca. El esfuerzo invertido no solo en ladrillos

es una advertencia. Nos están diciendo que saben quiénes somos. Que qui

ue el humo del incendio. ¿Cuánto quedaba sin cerrar en esa histor

erdad? -preguntó

os que estar

nas del

la estructura. Todo apuntaba a que el fuego se había iniciado en do

suspendido hasta nuevo aviso. Y Amelia sintió que el fuego no había consumido solo un e

o de pronto-. A Gabriel. A Tomás. A Isa

. Y en su mirada había algo que ella no

o un momento en el jardín delantero. Se acercó al almendro que tanto cuidaban con Gabriel y lo t

sus hijos. En sus secretos. En

caja de madera vieja que había guardado desde joven. Adentro, entre papeles, e

la misma sensación que se tiene

bía marc

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