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Donde Crecen las Alas

Capítulo 3 La cicatriz en la frente de Isabelita

Palabras:1043    |    Actualizado en: 09/06/2025

or la calle adoquinada que llevaba a la residencia universitaria. En su mano llevaba una bufanda tejida por ella misma -para Isabelita- y en el corazón una inquietud que la h

in eco. Durante unos segundos, no hubo

la cara medio adormilada, el cabello revuelto y el alma a l

ué haces aquí

a por la juventud y el cansancio. Pero allí, casi oculta por un mechón de cabello, estaba la

permiso-. Y no voy a hacerme la ciega. Sé que estás

o, con la respiración contenida. De

La noche

de la noche y volvía de la biblioteca con la cabeza llena de apuntes y los hombros tensos

imero dudó. Desp

rró una voz áspe

miedo la atrapó como una mordaza invisible. Quiso correr, pero su cuerpo se congeló. Lueg

odo había pasado en segundos. Pero

invocar más oscuridad. La cicatriz la cubrió con su cabello, con excus

eenc

, meticulosamente ordenado, como si el desorden inte

entana. Amelia colocó las manos sobre la su

a juzgarte, ¿verdad

ba con el borde de una taza vacía,

rlo. Que si lo ignoraba

ó como una c

lo que pas

Isabelita. Y entonces, con voz baja pero firme, empezó a hablar. Del ataque. Del mie

cio al de su hermana. Sintió la sangre hervirle. La ira -limpia, protectora- comenzó a crecer desde lo más pro

hablar, parecía más livian

jo Amelia con una media sonrisa triste-. Pero ¿sabes? Prefi

d detrás

s-. Nunca lo has estado. Me duele pensar que has cargado esto sin

labios. La culpa se

il. Que si lo contaba... todo se derrumbaría

grande que la que se necesita para seguir adelante después de algo así. Es

no fue un llanto roto. Fue un desahogo. Un

Contuvo. Sostuvo. Las dos lloraron un po

esa entr

deja espacio. Pero antes de salir, se detuvo en la puerta. Isabelita la observaba, se

voz baja-. Que esta historia no va a marcarte por

Caminó hacia su herman

ente apoyada en su hombro-. Gracias po

ir que te quiera.

ó más despacio, respirando profundo, cargando ahora no solo su preocupación,

muraba palabras sin sentido entre sueños. Eran niños aún, pero Amelia sabía que la tormenta

erdad. A cada miedo, luz.

de Isabelita no desapareciera nunc

su

li

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