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Suya por venganza

Capítulo 2 El secuestro

Palabras:1812    |    Actualizado en: 31/05/2025

2 - El

ire, pero no llegaban a instalarse en su mente. Sus apuntes estaban en blanco, su bolígrafo giraba entre los dedos con movimientos inc

onfesión de su padre como un eco punzante. Y, sobre todo, volvía a ese coche negro. A esa cer

animal invisible. ¿La estaban vigilando? ¿Iba a

la vista hacia la ventana. El cielo estaba gris, con nubes bajas

ería parecer tranquila, aunque por dentro sentía que algo se rompía. Caminó despacio por el pasillo, saliendo

revisó los mensa

la iz

a

der

mp

g

na s

convencerse de que todo estaba bien. Que podía ir a casa. Que

es lo

inch

urtivo.

izquierdo

a decir, llevándose

o se extendió

go, e

l clima. No e

ás pr

ralizó los dedos, que le nubló la vista. Su

o se deslizara bajo sus pies. Las

os rodearla con fuerza. Una voz

o luches. No servirá d

a querido. Todo se desvanecía.

oscuridad

n un abismo

evó. Sin dejar rastros.S

n las entrañas de Manhatta

.

parpadeó. Su cuerpo estaba pesado, entumecido. El colchón bajo ella era suave, dema

los

o era una habitación amplia, con cortinas gruesas, muebles elega

azón s

n suave, que apenas le cubría los muslos. No había sig

golpe y su mir

l

ba pregunta

, de complexión sólida, vestido con camisa negra ajustada, mangas remangadas, tatuajes asomando por los antebrazos. Atract

lo supo de

re era e

taba en e

papá -dijo con voz baja, rasposa,

iseta hacia abajo, intentando cubrirse lo más posible. La tela

continuó él, acercándose unos pasos. Sus

za, aunque la respuesta estaba c

mirarla, y le acarició la mejilla con lo

tem

acer contigo -susurró-, es

su garganta convertido en nudo. Aú

adre. Haré lo que me pidas, solo... -trató d

onrió

borrar esa idea. O te q

los ojos inundados por

con un hilo de rabia que

na ceja,

icen La Bestia

más cruel que cualquier amenaza. Lo miró con

ya. Si ya por estar aquí c

nsta

lat

si sus palabras hubieran tocado un rincón o

a un susurro venenoso-. Y no te equivoques: n

o su miedo como veneno. El i

ello tení

.

ajes sin leer se acumulaban como una sombra en la mente de Erika. La inquietud se volvió do

o de la tormenta, una sospecha

susurró, con los o

disparada, sin pensar en nada más. Conducía a toda velocidad por las

ia mientras cruzaba el jardín y subía las escaleras de mármol. Empujó la

Ma

asa, Leah se irguió

cía es

, atónita-. ¿Qué est

con ambas manos, desesperada,

¡Estoy aqu

una copa en la mano, se leva

liares que resolver

, abrió, empujó a Leah de vuelta hacia

esperaba, con la cara

¿Dónde la ti

abes

u padre . No tiene culpa. ¡Por favor, hermano! -La voz se le quebró-. Si m

El hielo en sus ojos no

me estás pidien

co. Ella es muy importante para

ncio se insta

ntió con un leve mo

pero tampoco la voy a solt

rla. Neces

Leah escuchaba todo, con el

desesperación-. ¡E

ado, pero giró la ll

dentro , lanzándo

ió entre sus brazos, temblando

nmediato. Solo la miró

ue eres hermana

la mirada,

por ahí diciendo que soy su hermana. Es peligroso para todos. Pero

r favor. Sáa

algo, Leah. Vas a estar bien. Yo vendré

de la puerta. Miró la escena con aire divertido y s

ka, con una sonrisa torcida-. Tu ami

lminó con

-escupió, y lo escupió de

limpió con el dorso de la ma

interpuso

tus manos lejos! ¡Vete con cualqu

carcajada s

n vida. Pero lo que pase entre n

uevo. Ella retrocedió hasta chocar co

susurró

... te quiero

ka con lágrimas en los ojos

ndíbula tensa. Una ve

y a prometer. Y si sigues

jó la mirada. Su coraz

insisto. Pero..

pondió. So

eah, le acarició el cabello, y sa

con un clic que son

uedó sola c

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