Prohibida para el CEO
Isabela no
oído, el roce apenas contenido de sus labios... Todo eso se repetía una y otra vez en su mente como
ue una parte de
ctamente laboral. Pero su presencia se volvía imposible de ignorar. Sus miradas fugaces durante las reuniones, el modo en que la ob
a que había recuperado el contr
esito que revises conmigo la presentación para el comité. Podemos a
mple presentación. Lo vio en
o, Ga
as luces tenues, el silencio del piso vacío, el sonido lejano de la ciu
n lugar que rara vez utilizaba. La mesa estaba cubierta con papeles y su
es quedarte? -preguntó, su
sta él, dejando su bolso en una de las sillas. S
ue no pasa nada -dijo al f
solo se miraron, sin moverse, como dos
o, él
con fuerza, y el mundo alrededor dejó de existir. Gabriel la sostuvo por la cintura, presionándola
sus labios por su cuello, dejando un rastro de calor. Sus manos exploraron su espalda, sus cu
que pare -susurró
adeó ella, temblan
trajo hasta sentarla sobre él, sus piernas a ambos lados de su cuerpo
o, reverente, como si cada centímetro de piel descubierta fuera un territorio sagrado. Isab
ndo la línea de su mandíbula-. Eres u
que él la deseaba. Gabriel la contempló por un segundo, acariciándola con la mirad
ncronizado. Isabela se sentía viva como nunca. Vulnerable, sí. Pero también poder
ra, hasta que no quedó más que piel contra piel. El sofá se convirtió en un santuario del deseo reprimido. Allí, entr
arrepi
, escuchando el ritmo lento del corazón de Gabriel. Él la acaric
jo ella en voz baja,
pienso fingir que no pasó.
ista, encontrándo
tu e
de la culpa asomó por un instante
e con delicadeza-. Solo necesitaba saber si esto fue
miró con
ue venga después... lo resolveremos. Pero ya no voy
ue se colocaba era una capa nueva de confusión. Antes d
va a se
valen la pena
palabras,
a ropa en orden... y el alma alborotada. Lo que había comenzado
nas estaba com