La criada y el joven heredero
on una copa de vino en la mano,
te, carcajeándose como
aba en el fondo como un pulso artificial. En el ventanal, el jardín trasero brillaba bajo la luna. La mansión e
la hago hablar? -dijo Lu
evantó
e trapea como si le de
poco ladeado, como quien l
-saltó Enzo, sacando su celu
no, observando el whisky move
tis. Solo po
s casas de los ricos. Bajó las escaleras de mármol, con las manos en los bolsillos. No le impor
unto a la biblioteca cerra
ogido, uniforme gris gastado, el rostro seri
dejaba como un espejo. Luciano caminó sin pris
lo m
ó, fingiendo tono jovial-. ¿No
¡Como si él no estuviera ahí! Co
hasqueó l
lete arrugado de su bolsillo. Lo estiró con elegancia,
llete de
ia f
ntre ello
lete flotó un segundo y ater
se volvió espeso. El mundo entero
que parecía insulto, desli
s. Tres
, sucio, pisotea
o no s
n voz baja, pero con filo-. Esto
os. Sin odio. Sin miedo. Solo esa firmeza
era vez. La voz firme, serena, sin servilismo-. Y d
. Esa maldita forma de pararse como si él no significaba nada. Como
res? -le espetó, do
está en venta
pesado. Una gota cayó de la mo
erfume barato, sentir el vapor de su trabajo pegado a la piel. El corazón le l
ldita
quiera se disculpaba por haberle hablado así. Solo estaba ahí, f
nte. El billete seguía ahí
aso. Sonrió, aunque no
gallas, t
l billete mojado, lo
minó, muñeca
e f
el pasillo. No suspiró. No se desmoronó. Solo volvió a
llena de juegos estúpidos. P
, algo le había cru
ños, había sentido que valía