MILAGRO DE AMOR
Punto d
sación con Albert y el señor Len. Pero cada vez que repetía la teleconferencia en mi cabeza, llegaba a la misma conclusión; Albert Torrens me había pedido que fingiera casarme con él p
a decir lo que había dicho o de que yo hubiera entendido lo que había querido decir. La única solución era contárselo a mi hermana y ver qué pensaba. Mary
y mientras se apartaba uno de sus rizos color lavanda de la cara. Se sentó en una de nuestras sillas de comedor despa
él y que me daría una bonificación. -Vertí los fetucci
malinterpretarlo. A mí
do de bote sobre lo
e tengo que decidir s
, dejando la taza sobre la mesa y yendo a b
uesto? -La miré co
pedir lo suficiente como para pagar tu préstamo estudiantil. Tal vez, incluso neg
ras. Me pagaban bastante bien por ser la asistente de Albert, pero era ca
sirviendo fideos en los plat
tira. La única falsedad es que vosotros dos no estáis enamorados
a mesa y la m
ciendo girar su tene
fácil fingir q
ho más grande en su contra: era mi jefe. Además, nunca me había dado ninguna indicación de que se sintiera atraído por mí. Sin miradas de soslayo. Ni miradas apreciativas a mi cuerpo. Ni roces no deseados. Bueno, su mano estuvo sobre
llevaba metido por dentro
ofes
los ojos e
r, pero tienes que soltarte
un viejo mono vaquero
los consejos de moda de Natalie, l
de trabajo, al igual que la ropa de colegiala es la tuya. Tengo
conservadora con mi ropa. Sin embargo, es
e debería particip
a Italia. -Se sentó y suspiró-. Me encantaría ir a Italia. Me encant
un código
así, todos los que he conocido que lo han visto en persona dice
en mi lugar. -Le di un
comida en lugar de responder-. Claro. No puedo. Además, ese tipo al que intentas engañar prob
señor Len me había vist
en voz alta. Luego se rio-. Dios, aunque lloviera, un mal día en Italia e
hacer, pero al menos tenía el ap
muchas cosas que me atraían del asunto; Amaba a su familia y adoraba a su abuela. Estaba comprometido con el negocio familiar y trabajaba muy duro. Cuando no es
sur de California, con su pelo rubio y sus ojos azules, aunque no tenía el aire de surfista relajado que se suele asociar a los hombres del sur de California. Su traje le quedaba siempre bien colgado de los anchos hombros y las
ñor Len era francés, y parecían tener una actitud bastante relajada hacia el sexo. ¿Cómo sería compartir una habitación con Albert? ¿Dormía en pijama o desnudo? Me vino a
mi jefe. Riéndome de mí misma, me di la vuelta en la cama para intentar dormir un poco. Maña
y estaba caminando con Albert por la exuberante campiña verde. Las flores
ul desaparecieron, sustituidos p
la lluvia?
aboreando las fresca
a sigue siendo mejor que un bu
pecho liso y sus músculos esculpidos a la perfección, que habrían hecho llorar a Mig
que echaste un polvo? -le
retó contra su cuerpo. Sus labios se aplastaron contra los
tido, me quitó las paties y me sentó en él. Mis pechos estaban libres y
polvo? -preguntó, tirando
u espalda mientras lo agarraba. Los truenos rugieron en la distancia, pero toda la electricidad que sentí fue entre nuestros cuer
se apoderó de mí. Mi entrepierna se estremeció. Mi s
y me l
ba en mi cama. En San Diego. Acababa
e sentí avergonzada, aunque no había nadie para presenciarlo. Nunca había pensado en él como un objeto
a real, pero mierda, era mi jefe. Solo podía imaginar lo que haría si se daba cuenta de que lo encontraba sexy. Probablemente
luego deseé que el sueño, un sueñ