SEDUCCIÓN POR ARDIENTE CONTRATO MATRIMONIAL
upiera de los apuros económicos que atravesaba la familia, o su ostracismo social ser
encia que estaba muy lejos de ser cierta, más aún, cuando el paso del
ara reemplazar los suyos, ya deteriorados. Lamentablemente, sus escasos ahorros impedían que tomara el té en el nuevo establecim
ornamentos que una dama podía necesitar sin tener que acudir a Londres. Antes de entrar, abrió su bolsito y contó las escasas monedas que guardaba en el fondo. En ese insta
dor, y al abrirlos, esta se había disipado por completo. La luz de la mañana de abril brillaba en
tan rápido, que Dorelia apenas tuvo tiempo de reaccionar, por culpa de esos ojos azules que se habían clavado en ella y le habían cortado la respirac
al estar este semioculto por las solapas ribeteadas de piel de zorro de su sobretodo. «Gracias a Dios», pensó para sí al dar
e una jovencita embelesada por sus encantos. Dorelia negó con la cabeza. Él no tenía por qué preocuparse, y ella tampoco. A menos que sus tíos celebrasen un baile
en la tienda de la señora Meyer. Lo más conveniente sería que ol
señora Meyer -
us propios dulces y por los asuntos ajenos, se apartó de dos damas forasteras que trataba
la seda que me encargó su querida hermana? Acabo de recibirl
en sociedad, con bailes y con encontrar el amor verdadero. Una idea romántic
do, señora Meyer. Creo que será mejor
a mostrándole un libro de cuentas-. Fue su tía, lady Shean
chelines, por un total de dos libras. ¿A qué podía deberse que su tía Agatha hiciese tal dispendio? ¿Y por qué E
buscarlos, solo
no haber extraviado ninguna moneda, cuando la voz de un
ks, el duque de Blackshie
rton, ha sido afortunada al encontrar esa encan
ado de que ambas compartamos la suerte de tener a tan distinguido vecino -añadió levantando las cejas-. Desde que el viejo duque
comentados en su momento. El carruaje del antiguo duque había sido asaltado en el camino hacia Camberly, su mansión ancestral, cuando regresaba desde Londres junto a su hijo, de dieciocho años. El anciano recibió un disparo en el pecho al que sob
Hay alguno
ba con los ojos entornados
murmuró esta al fijar l
so la tendera-, com
tintineó, anunciando la lle
que no había visto antes por su tienda. El más alto y moreno se giró de inmediato para estudiar un
señores, tan pronto co
ó cómo el rubor ascendía por sus mejillas. No había duda d
jo el caballero rubio en tono afable, de
a voz y no se volvió para averiguarlo. Hacía tiempo que había dejado
señora Meyer? -pre
uen precio, consider
... -propuso Dorelia, aunque el verdadero motivo era
Puedo ofrecérselos de algodón, aunque también
io, me llevaré los de al
nes -dijo la tendera mientra
raba su bolsito para ocultar las deterioradas puntas de los dedos de sus guantes. Solo esperaba que su ros
se despidió de la señora Meyer para marcharse. Ya había pasado suficiente vergüenza y no que
vuelta, deteniéndose unos segundos. Solo le hizo f
a el mismo desconocido que la había ayudado en la calle. El mism