Mafia 1
a
ítu
é soy) esta sedada, aun que no para de gemir y murmurar cosas que me calan en lo profundo de mi alma, si es que queda algo de ella, nunca nadie había despertado este instinto sobreprotector, las mujeres de mi mundo solo me buscaban por mi estatus, querían siempre algo de mi, dinero, protección, redención, sexo salvaje, h
estas mujeres estaban entrenando para ser parte de mi organización, algunas ya eran letales, si querían irse no les detendría, pero si les dejaba clara la advertencia "No puedo protegerlas desde fuera" tengo poder en diferentes países tercermundistas, pero siempre respetando terr
una voluntaria, siempre rechazaba a las nuevas, su trabajo anterior era ser cazadora, buscar victimas para sus jefes, hasta que dejo de serles de ut
sobresalta y me mira, pero
ñor,
La
a, no estaba permitido, no podía prohibirle acostarse con mis hombres, juntarse o casarse, cosa que había sucedido, pero si rompían las reglas, tenian que irse, devian aprender a no autodestruirce, hasta las mujeres, mis hombres deb
rezó en la silla, sus ojos se entristecen más de lo que ya están, su cara se contorciona en una mueca y comienza a zollozar, luego a gritar como si se ahogara, me pongo en pie y con mucha calma, me ac
ue nadie le ha dicho, sacude la cabeza mientras sigue llorando sobre sus rodillas, con su cab
! ¡No debiste salvarme! ¡
r mujeres en su estado, muchas han intentado suicidarse y de no ser por el hospital que dirige mi hermano Yerik, muchas estarían muertas, pero darme cuanta que nadie intento salvarla, que nadie la ha protegid
retenido e
cerrando en mi zotano, decir cuarto rojo, no
n levantar la cabeza – Siem
eso solo sería darle una salida facil, quiero hacerl
cama, me sonríe y se va sin saludar a la chica. Disimuladamente quito
o del tiempo suspendido, son los ojos más extraordinarios que he visto en mi vida, y lo peor de todo, es que están tristes, sin vida, carraspeo saliendo de mi estupor y tomo la bandeja, lentamente la pongo sobre sus piernas, cubiertas por mi pijama de seda gris, ella se hecha hacia atrá
lvo aquí. Nadie te molestara. Si necesitas algo, lo que sea, llámame – le entrego un teléfono desechable. Deján
azo de pan. Contrae el rostro por el sabor y deja la c
a se hace cada vez más pequeña mientras me acerco, trato de ser rápido para que deje de
a – Tranquila, nadie te tocara, ni yo si quiera, solo estaré
fetal, hago lo que le dije, velar sus sueño. Es la primera vez que cuidó personalmente a una de las víctimas en mi casa, incluso