Matrimonio Por Un Contrato
a un multimillonario. Era pequeña, acogedora, y decorada con un toque bohemio que probablemente habría resultado atractiv
la era la candidata ideal. Era todo lo opuesto a las mujeres que solían rodearlo. Con su cabello castaño recogido de manera descuidada y un bolso de tela colgado al hombr
, se detuvo. Sus ojos verdes se estrecharon en una mezcl
o Emily, sentándose frente a é
su incomodidad evidente, mantenía su expresión impasible. Era un hombre acostumbrado
ectamente. -Me dijeron que querías hablar de u
ncluso para él, la situación era delicada
dijo con calma, observándola cuid
si pensara que era una broma. Pero cuando vio la s
acia atrás. Su expresión era una
carlo. Es un acuerdo estrictamente profesio
lo que acababa de escuchar. -¿Por qué yo? -
cuestionaran. -Porque, según tengo entendido, tú también necesitas algo.
rrados, claramente molesta. -¿Qué
a escuchar esta propuesta. No vine aquí a menospreciarte, señorita
ro, relajó ligeramente su postura. -Bien. Hablemos de
tu galería y te proporcionaré una cantidad adicional suficiente
ja. -¿Y tú? ¿Qué ga
financiero-. Hay una cláusula en el testamento de mi abuelo que exige que me c
cumplir con esa cláusula. -Emily negó con la cabeza, co
ante-. Sería un contrato por un año. Cumpliríamos con los
rocesaba sus palabras. Finalmente, se incl
rque estoy segura de que un hombre c
condiciones. Este matrimonio sería estrictamente profesional. No habría intimidad, ni expectativas emocionales
sa seca. -¿Ni siquiera pu
ó una ligera carcajada. -No soy un hombre de artes, pero
to, tratando de leerlo. Final
aún tengo preguntas. ¿Qué pasa si alguien descu
urarme de que este acuerdo sea completamente discreto. Y si alguien sospechar
s. Estaba claro que la oferta la intrigaba, pero tambi
mpo para
que necesites. Pero recuerda que el plazo se agota. Si decides ac
lso. -Gracias por el café. Fue...
desconcertaba. Era directa, honesta, y no parecía impresionada por s
*
da de lienzos inacabados, con un té olvidado enfriándose en la mesa. Clara, su mejor amiga, había
l sofá-. ¿De verdad estás considerando casarte
ción tengo? Si no consigo el dinero, la ga
ero un matrimonio falso... ¿N
to. -Emily suspiró, enterrando la cara entre las manos-. Y
suave, dijo: -Tienes razón, Em. Pero asegúrate de qu
no era sólo una solución fácil. Era un compromi
*
do a sus abogados. Mientras leía, no podía dejar de pensar en Emily. Había algo en ella que lo hacía dudar de su
del todo. Tal vez era anticipación. O tal vez, pensó mientras apagab