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Llamame papi

Capítulo 3 UNA PROPUESTA INDECENTE.

Palabras:2175    |    Actualizado en: 14/02/2025

L

que atender a un VI

me quedo en la zona de bar y sin importar quien me pi

nte muy importante y tú eres al que más confianza le tengo pa

ien, ¿Quién es ese

hado de Gabr

e los c

sociedad, y estaremos habla

n el ceño fruncido. - He escuchado m

por eso. - Jhon palmea mi espalda. - Ve

digas

tequilas, entre otros alcoholes extremadamente caros, preparo un una bandeja

as, pero mi atención estaba centrada en el hombre que ocupaba el centro de la escena. Gabriele Romano, con su mirada intensa y presencia imponente, se enc

entí un poco fuera de lugar, pero mi rol aquí era claro. Con paso firme, me acerqué a la mesa con

do sonar profesional, aunque algo en el aire m

lgo que no podía identificar de inmediato. Su mirada, sin embargo, no de

e a él, asegurándome de que el whi

mente para servirlo, el aire denso de la habitación y su cerca

brevemente los míos. El contacto fue eléctrico, fugaz, pero sufi

grave, hizo que mi piel se erizara.

me la hizo, como si estuviera evaluando cada pala

ondí, intentando ma

ás, y luego levantó el vaso, bebiendo con un lento movimiento que

scaras - dijo, su tono ahora algo más personal, como si

s palabras, pero también algo más, algo que me hacía preguntarm

nte hacia adelante, su rostro tan cerca que podría haber

idiera algo más que un trago? - La

instante entendí que esta "reunión"

enes la escena ajusta

l roce de su mano cerca de la mía y la proximidad de su rostro me dejaron una sensación extraña, pero, a pesar de la química evidente en el ambiente, algo dentro de

control sobre mi cuerpo y mis emociones. Respir

pulso seguía acelerado. Mi tono no era agresivo, pero sí c

a cargada de un deseo palpable, se tornó en algo más frío, más calculador, como si estuviera evalua

mirada se mantenía fija en la mía, como si estuviera esperando que cambia

definitiva. Aunque la tensión entre nosotros seguía f

pero firme, como una barrera invisible entre

añando algo en mi interior. Sus ojos aún mostraban una mezcla de desdén y curiosidad, per

ni yo movimos un músculo. Finalmente, el señor Romano suspi

a, pero aún con una pizca de molestia.

o. No sabía si estaba ganando o perdiendo, pero sa

como para reafirmar las reglas del juego que ambos estábamos jugando. - Si quieres hablar

todavía con ese toque de misterio en sus ojos. No era un "no" definitiv

una leve inclinación de cabeza. - Respetaré tus límites,

e pero densa. Sabía que la interacción no se había terminado, pero había dejado claro qu

í continúa

acuerdo silencioso, aunque no completamente claro. Él se mantuvo en su lugar, observándome por unos segundos más, y sentí cómo su mirada me recorría con la misma intens

nuinamente pensativa. Sus labios se curvaron ligeramente en una sonrisa, pero no era una sonrisa amig

ntemplando algo que había descubierto en mí. - Eres un hombre de

velando una parte de mí que no quería mostrar. Sin embargo, su

rígido con tus principios. Hay momentos en los que hay que ser flexible, saber

promesa implícita. La sensación de que lo que acababa de ocur

ltima cosa que debía hacer era seguir jugando a este juego con él, un hombre que sabía exactamente cómo manipular cada s

s en la discoteca, la cálida luz que iluminaba la zona VIP, todo eso se desvaneció en el fondo mientras yo me concentraba solo en é

r fin, rompí

, pero aún me mantenía firme, sin dejar que mis dudas se filtraran. - Solo sé que no voy a cruzar e

ostro parecía... pensativo. Como si estuviera evaluando si realmente debía insistir o si debía retirarse. Por un

esa sonrisa esquiva, como si disfrutara de cada se

plícita. - No te estoy pidiendo más de lo que estás dispuesto a dar. Solo quiero sabe

usiera límites, él no se detendría. No me estaba forzando, pero cada palabra que salía de su boca dejaba claro que

mo si sus palabras fueran un susurro solo para mí. - Es admirable. Pero recuerda,

rigiéndose hacia la entrada de la zona VIP con la misma calma, como si hubiera logrado algo, como si estuviera satisfecho con lo que acababa de ocurrir. Su presencia segu

ando en el aire, pero ahora, por primera vez, era consciente de algo más: él no iba a rendirse tan fác

. Algo más, más peligroso, se

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