Comprada por un Poderoso Millonario
rior. Las sombras danzaban en las paredes de la lujosa habitación que ahora era su prisión. Los ecos del horror de la subast
o? Una joven artista con sueños, atrapada en un mundo donde su libertad valía menos que un simple capricho de un poder
a que resaltaba su opulencia, pero Claudia no podía apreciar la belleza. El horror de su situa
ienta entró, su rostro era inmutable, y su mirada evitaba en todo momento el conta
enta con una voz monótona, como si recitara una l
a idea de sentarse a la mesa con el hombre que la había comprado como si fuera un objeto. Pero al mismo
darme aquí? -pregunt
pero su expresión no cambió. -N
ara enfrentar lo inevitable. Se vistió con un vestido que había encontrado en el armario, un di
naba en el silencio opresivo de la mansión. Al llegar al comedor, Jonathan ya estaba
onrisa que no alcanzó sus ojos. La forma en que
ando de mantener la voz firme a pe
s servía un café negro en su taza, sus ojos oscuros llenos de algo que no podía descifrar
na buena noche -dijo él, t
el hombre que la había reducido a un objeto la llenaba
u tono cambiando a uno más serio-. Quiero que entiendas que est
, levantando la mirada y desafiante-
expresión. -Eso es lo que crees. Pero te
ómago. Su vida, su libertad, tod
ve-, no me quedaré de brazos cruzados. He inverti
mente? Claudia quería gritar, quería hacerle mil preguntas sobre su pasado, sobre por qué la había el
í? -preguntó finalmente,
que seas una parte de mi mundo, Claudia. La vida que llevas no es
de que Jonathan pudiera tener motivos ocultos la inquietaba. Pero la verdad era que estaba
tu mundo -dijo, tratando
e, y Claudia sintió una punzada de miedo en su corazón. -Por ahor
situación, a la lucha interna entre el miedo y la resistencia. ¿Podría encontrar una manera de escapar de este cautiverio? La respuesta segu
*
, y cada paso que daba parecía más pesado que el anterior. Se sentó en el borde de la cama, sintiendo el suave tejido de las sába
ión que la envolvía. Mientras se enjuagaba el cabello, las lágrimas se mezclaban con el agua, cada una un recordatorio de sus sueños perdidos, de la vida que había dejado a
n llave. La impotencia la invadió. Jonathan había tomado medidas para asegurarse de que no pudiera escapar.
y no podía detenerlas. Pensó en sus amigos, en las risas compartidas, en las noches de inspiraci
ra un recordatorio de su cautiverio. Cuando la sirvienta volvió a llamarla para la cena, Claudia sinti
su figura dominante ocupando el centro de la mesa. La luz de las velas parpadeaba, creando sombras que d
Jonathan, su voz suave pero ca
tando de mantener la mirada firme,
era un recordatorio de su situación. Jonathan la observaba, sus ojos oscur
as por qué te elegí, Claudia. Su tono era serio
oz temblaba. La curiosidad y el m
como un puñetazo en el estómago. -Te vi en una exposición hace meses.
ue Jonathan la había estado observando, que había estado al tanto de su vida, la lle
or -logró decir, su
de tu arte. Hay algo en ti que me atrajo, algo que no puedo ex
? ¿Era ella una musa para él, o simplemente un objeto de dese
lieron con más fuerza de lo que se sentía. -
lo de algo más en sus ojos, algo que parecía humano. Pero rápidamen
No estoy aquí para hacerte daño. Quiero que seas parte de mi mundo, que u
é tipo de mundo era ese? ¿Un mundo donde su
tu mundo -replicó, su vo
La firmeza en su voz era inquebrantable, y Claud
en una red de emociones contradictorias. ¿Era posible que, en medio de esta locura, pudiera encontrar una forma
e su vida se convirtiera en una sombra de lo que había sido. Tenía que encontrar una manera de luchar
capar de las garras de un hombre qu