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La presidenta esta confundida

Capítulo 4 La Llama en las Sombras

Palabras:1388    |    Actualizado en: 26/10/2024

rio de su madre, cualquier movimiento que hiciera estaría bajo un escrutinio más severo. No podía simplemente tomar uno

suficiente para tener efectivo sin depender de sus cuentas bancarias, que su madre vigilaba con regularidad. Con ese dinero en mano, compró algunas pren

ductor que la dejara a varias calles de su verdadero destino. Caminó el resto del trayecto con una mochila ligera en la espalda, sintiéndose extraña al andar por las calles po

vanzó hasta que lo vio. Gabriel estaba sentado en el mismo banco, con la cabeza inclinada, como si el mundo entero le pesara sobre los hombros. Luc

si no pudiera creer lo que veía-. ¿No te quedó claro

la mochila y sacando las prendas de ropa que había comp

ldad. Su expresión se endureció y sus labios fo

se mostrara reticente, pero su tono, tan cortante, la hizo sentirse como una niña regañada. Aun a

d que Gabriel no había visto antes-. Es solo un agradecimiento. Me sal

tiendes nada -dijo, su voz baja pero llena de un dolor apenas contenido-. Lo que pasó esa noche no fue na

rechazo de Gabriel, sino también de la sensación de que, cuanto más intentaba entenderlo, más se daba cuenta de que ha

al principio, pero tomando fuerza conforme las palabr

su expresión cambió y algo en su mirada se quebró. El aire a su alred

te, con voz contenida y oscura-. Lo que crees s

ínea. Podía ver que Gabriel estaba luchando contra un tor

años que mencionaba un accidente en una fábrica... decía

ntó la voz, su tono transmitía una intensidad qu

clavada en ella con una mezcla de rabia y dolor-. El incendio no fue un accidente,

y la expresión atormentada en su rostro le decían que había mucho más detrá

si desafiándolo-. Cuéntame la verdad, Gabriel. Tal vez no pue

dose entre confiar en ella o mandarla lejos de una vez por todas

ro-. Cuanto más te acerques, más peligroso será para ti. Es mejor que te alejes ante

er

tu distracción de la vida vacía que llevas. Esto no es un juego, y no qu

scuchar las palabras de Gabriel. Lo que decía era cruel, pero no podía de

dad, ni porque quiera jugar con tu vida. Estoy aquí porque c

rastro de alegría-. Lucía, lo que yo necesito no es ayuda. Es jus

stió ella, alzando la voz-. No me importa lo que cuest

nte como para que sus ojos quedaran a la misma

, con un tono que dejaba en claro la desesperanza-. Si sigues insistiendo, te convertirás en otro

movió. Permaneció frente a él, con la respiración entrecortada y la

blorosa, pero con una resolución que sor

de una tormenta. Gabriel la miró con algo que se parec

viendo a sentarse en el banco-. Pero cuando el f

palabra más, se dio la vuelta y se alejó, con la mochila aún en la mano y una determinación renovada en su cor

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