La presidenta esta confundida
rio de su madre, cualquier movimiento que hiciera estaría bajo un escrutinio más severo. No podía simplemente tomar uno
suficiente para tener efectivo sin depender de sus cuentas bancarias, que su madre vigilaba con regularidad. Con ese dinero en mano, compró algunas pren
ductor que la dejara a varias calles de su verdadero destino. Caminó el resto del trayecto con una mochila ligera en la espalda, sintiéndose extraña al andar por las calles po
vanzó hasta que lo vio. Gabriel estaba sentado en el mismo banco, con la cabeza inclinada, como si el mundo entero le pesara sobre los hombros. Luc
si no pudiera creer lo que veía-. ¿No te quedó claro
la mochila y sacando las prendas de ropa que había comp
ldad. Su expresión se endureció y sus labios fo
se mostrara reticente, pero su tono, tan cortante, la hizo sentirse como una niña regañada. Aun a
d que Gabriel no había visto antes-. Es solo un agradecimiento. Me sal
tiendes nada -dijo, su voz baja pero llena de un dolor apenas contenido-. Lo que pasó esa noche no fue na
rechazo de Gabriel, sino también de la sensación de que, cuanto más intentaba entenderlo, más se daba cuenta de que ha
al principio, pero tomando fuerza conforme las palabr
su expresión cambió y algo en su mirada se quebró. El aire a su alred
te, con voz contenida y oscura-. Lo que crees s
ínea. Podía ver que Gabriel estaba luchando contra un tor
años que mencionaba un accidente en una fábrica... decía
ntó la voz, su tono transmitía una intensidad qu
clavada en ella con una mezcla de rabia y dolor-. El incendio no fue un accidente,
y la expresión atormentada en su rostro le decían que había mucho más detrá
si desafiándolo-. Cuéntame la verdad, Gabriel. Tal vez no pue
dose entre confiar en ella o mandarla lejos de una vez por todas
ro-. Cuanto más te acerques, más peligroso será para ti. Es mejor que te alejes ante
er
tu distracción de la vida vacía que llevas. Esto no es un juego, y no qu
scuchar las palabras de Gabriel. Lo que decía era cruel, pero no podía de
dad, ni porque quiera jugar con tu vida. Estoy aquí porque c
rastro de alegría-. Lucía, lo que yo necesito no es ayuda. Es jus
stió ella, alzando la voz-. No me importa lo que cuest
nte como para que sus ojos quedaran a la misma
, con un tono que dejaba en claro la desesperanza-. Si sigues insistiendo, te convertirás en otro
movió. Permaneció frente a él, con la respiración entrecortada y la
blorosa, pero con una resolución que sor
de una tormenta. Gabriel la miró con algo que se parec
viendo a sentarse en el banco-. Pero cuando el f
palabra más, se dio la vuelta y se alejó, con la mochila aún en la mano y una determinación renovada en su cor