La presidenta esta confundida
habitación de Lucía y el aroma del café recién hecho flotando en el aire. Sin embargo, para ella, nada parecía normal. Se despertó con una sensación inquietante en el pecho, un
os visibles de lo que había sucedido. Nada en su apariencia reflejaba el miedo o la confusión que la habían envuelto la noche anterior, pero dentro de el
ave, el modo en que la había mirado, como si la viera realmente por lo que era y no por el apellido que llevaba. Y entonces estaba su situación: la
se había instalado en su mente desde que despertó, y cuanto más pensaba en ello, más se convencía de que debía buscarlo y ofrecerle alguna
n ligero fruncimiento en la frente-. Anoche estabas... difer
rzando una sonrisa mientras tomaba una
una mujer particularmente afectuosa, pero sabía cuándo dejar de
ana que viene. Te gustaría ir, ¿verdad? Será una excelente oportun
el hombre con el que sus padres esperaban que se casara, un candidato adecuado por su lin
ondió, aunque su
él le dirigió antes de que se separaran en la calle principal. ¿Qué haría ahora? ¿Seguiría viviendo en la indigencia, vaga
onfortante. Entre las hileras de libros y el aroma a papel antiguo, se sentía más segura. Se sentó en
os de la familia e iría a buscar a Gabriel, aunque no supiera por dónde empezar. Le pediría al chofer que la llevara al barrio do
el, alzando una ceja con curiosidad-
o que estaba a punto de hacer. La sola idea de que su hija se acercara a alguien
despejarme -mintió, pero la inquietu
s hacer hoy, y sería mejor que no vagaras sin rumbo. El
s firmeza de la que pretendía-. Solo n
ntes de asentir, aunque con la desaprob
n. No tar
al pie de la escalinata, y ella le indicó el destino con voz firme. El auto la dejó cerca del barrio donde había tenido
erísticas de Gabriel. La mayoría la miraba con sospecha o con extrañeza, pero finalmente un hombre mayor que estaba
n la cabeza baja, observando distraídamente el pavimento. Sintió un impulso de dar media vue
idad de la que esperaba-.
en su mirada se encendió u
nque sus ojos seguían siendo cautelosos-. ¿Qué haces aquí?
Era verdad, no tenía motivos para estar allí, al menos n
lvaste la vida -dijo ella, intentando no sonar conde
o firme, aunque no hostil-. Lo que hice no fue n
a, dando un paso hacia él-. No sé cómo explicarl
iera evaluando la sinceridad en sus palabr
e pueda beneficiarse de tu caridad. Y créeme,
una mezcla de frustración y curio
igida a sí mismo que a ella-. Lo que viste anoche no es el tipo de cosas a las q
a. Lucía se sintió desafiada, pero también intrigada. Había algo en él que
on la mirada fija en los ojos de Gabriel-, p
to antes de responder, con una voz más suav
más peligroso de l