Edwar "El Sigma de la manada"
tímetro de su piel y su aroma. Ese aroma que emanaba de su sexo y su suavidad trastornaban al lycan. Ver como su cuerpo delicado y fr
Selena enarcó su espalda al sentir su falo dentro de su estrecha vagina. Edwar sentía su tibieza, como sus fluidos descendían dejando
te a ella. Entraba y salía de ella con firmeza robando gemidos de placer a la pelirroja, quien a pesar del leve ardor que s
y lujuria. Acababa de entregar su virginidad
stía con más fuerza y placer llenándola de sí, fundien
che en brazos del lycan, tanto exceso no pareció n
secos y le ardía todo por dentro. Mientras Edwar revisaba dentro del interior de la cabaña para ver si hallaba algo que sirviera para cubrirse y salir de aquel lugar, vio en una esquina, debajo de algunas
estaba, Selena, ella temblaba sin poder controlar aquel movimiento
-le preguntó c
su aliento para saber que el
no encontrarnos. ¿Puedes mantenerte en pie? Creo que podrás
! -contestó co
se la llevó, luego la ayudó a vestirse. La tomó nuevamente entre sus brazos y salió de la cabaña rumbo al otro lado
vamos? -pr
ar donde pue
r sonrió, la verdad es que
y ella perdió e
on ella en brazos hasta llegar a la c
y mal, ¿me llevas hast
mbre de unos sesenta año
ente ingresaron a Selena. Mientras la atendían, una imagen vino a su mente; una de las capacidades licantrópicas que tenía más desar
na estaba en buenas manos, salió
habitación, lo primero que hizo fue buscarlo, la
á? -pregunt
én se
hasta aquí -dijo desespera
e la trajo tiene un bu
había abandonado y dejado en aquel lugar. Una repentina
os desnudos, ellos haciendo el amor, sus labios haciéndola estremecer, todo aquell
No puede salir de aquí hasta tanto
día y a la vez, de impotencia. ¿Por qué se había ido? ¿
iudad donde su amada Beatrice estaba. A pesar de todo lo que había ocurrido entre ellos, a pes
levaba semanas internado en su propia soledad, devastado emocio
nó hacia la elegante e imponente mansión. La emple
lto? -dijo la muj
He vuelto. ¿D
de viaje, debe re
Beat
bitación, no ha querido comer,
adamente las escaleras. Tocó la pue
lo de voz. Edwar abrió la puerta, la
l se acercó y se sentó junto a ella. La rubia lo rodeó con
r a caer en la tentación. No sólo no deseaba perjudicarla, necesitaba poner límite entre ellos,
e ella. Beatrice se ret
o... no d
el mismo error de dejarme
-preguntó él con
perdonarme. -
Te amé como nunca pensé, cre
ía de verdad, puedas
nazca -la rubia tuvo que morderse la lengua para no decirle t
argo silencio, a lo que
a. Imaginaré que esto fue apenas un sueño, un mal sueño del cual afortunadamen
or, aguarda!
os, todo lo que sintieron iba más allá de los límites de la lealtad
uieres, Beatrice,
fue lo único que alcanzó a decir antes de que él, la tomara entr