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ENTRE BALAS Y BESOS

Capítulo 4 Habitación 707

Palabras:1792    |    Actualizado en: 13/06/2024

e sus propios hombres salió, con una sonrisa traviesa

mbre, riéndose-. ¡Solo e

ntánea. Sus ojos se encen

gritó en italiano, su voz res

español, continuó

mos viviendo y cre

noche, que había estado al borde de un enfrentamiento mortal, volvió a sumirse en un silencio ominoso, pero la lección había sido cl

o tenemos tiempo para e

r, se desvistió de la parte superior de su ropa, dejando al descubierto su torso musculoso y marcado por cicatrices de batallas pasadas

pondida después de

Gio, su voz baja y cargada de u

ió un escalofrío recorrer su columna. Sin pensarlo demasi

ij

al suave y brillante adherido a su piel. La parte superior era una camisa de tirantes con un escote profundo, que dejaba al descubierto su delicado cu

ndo que cada movimiento suyo fuera una sinfonía de gracia y sensualidad. El satén reflejaba la luz de una manera

u mente, sintió un deseo inten

su voz un susurro profundo y

uerza. La noche estaba llena de promesas y peligros, y en ese momento,

ndo y marcó el número de Carlo. La línea sonó brevemente an

Carlo, anticipando que la c

o mañana -dijo Gio, s

ociendo la seriedad

cesitas

lleves al edificio que tenemos fuera

a, claramente sorpr

reocupación y desaprobación-. Has tenido suerte con las m

ntario de Carlo, s

lo. Espérame allí -ordenó

discutir con Gio cuando él había tomado una decisión. La noche se volvía cada vez más com

mbres, alistó una camioneta negra con los vidrios oscuros, perfecta para mantener su operación en secreto. Sabía

on su mejor amiga, disfrutando de la compañía y la despreocupación de una tarde tranquila.

momento. No podían dejar cabos sueltos, y esperar hasta que Isabella estuviera sola era crucial para evitar

iera gritar. Isabella luchó, pero su resistencia fue en vano. En cuestión de minutos, estaba dent

preocupaba. Ataron a Isabella de manos y pies en una posición deliberadamente vergonzosa, con las piernas abiertas y los brazos atados por

, aunque la situación era humillante, ninguno de ellos podía tocarla. Isabell

a sus hombres, su voz

er una orden de Gio. Carlo se quedó un momento más, asegurándose de q

que el encuentro entre Gio e Isabella marcaría un

on pasos decididos. Abrió la puerta de la

gan

cercó a Isabella, le quitó la venda de los ojos y comenzó a desatarla.

enojas -comentó Gio con

lminó con la m

-. ¿Qué demonios cre

su calma inquebra

que quieras y

ó ella, su voz llena de esper

n una serenidad q

? -insistió Isabella, tratan

de verte sin ponerte en

el ceño, confun

igro

s ojos oscuros reflejando

a más pelig

sintiendo un escalofr

ó, su voz tembla

dicho cuándo -respondió Gi

torso musculoso y las cicatrices que contaban historias de su vida peligros

o -propuso Gio, su voz b

con recelo, sin s

preguntó, tratando de

y lleno de rabia, pero a medida que Gio respondía con una sinceridad desarmante, algo dentro de ella empezó a cambiar. Sus re

gados de una intensidad que parecía penetrar en su alma. Cada respuesta que él daba la hacía querer saber más, y

as, aunque aún cautelosas, comenzaron a enfocarse más en entender a

almente, con una mezcla de curiosidad y a

, una sonrisa enigmática

eligro es la única manera de en

o se levantó, dejándola

. Ve al hotel detrás del edificio rojo frente

la sala. Antes de salir por completo, se di

ba de llegar de Italia. Quiero un reporte diario. Las órden

impulsaron a seguir sus instrucciones. El viernes, se vistió con ropa elegante pero cómoda, demostrando su confianza e i

ntró. Isabella se volvió hacia él, sus ojos enco

opa? -preguntó Gio, su voz baja y c

da. Había algo en Gio, algo peligroso y fascinante, que la mantenía atra

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