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Hechicero de sirenas.

Capítulo 5 5

Palabras:1545    |    Actualizado en: 17/04/2024

d las embarcaciones como dando un saludo suave sobre la superficie oxidada por la sal. Pero jamás me imaginé que mi primer ac

e alrededor de la luna opacando su brillo. La oscuridad y el frío del agua me empezaron a sofocar, una

sacándome de mi ensimismamiento. Ya no había nada que yo pudiera hacer en ese momento, Walter no estaba, y sabía que era en vano buscarlo yo solo. De repente me

hausto sobre la arena, tenía que buscar ayuda, pero mis pies no respondían. Walter ya no estaba, y me dolía, y ese mismo dolor ayudó a que el cansancio fuera algo superfluo. Me puse de pie y con pasos trémulos corrí por la playa lucha

permiso se desataron a caer, rebotando por todos lados y limpiando mi cuerpo demacrado y tembloroso de la sal y la ar

i rostro, pero yo no las sentía. La presión en mi pecho aumentaba. Sabía que ya no había nada que hacer, pero ¿y si había otra opción? Sabía que no, pero m

a. Mi abuelo, sentado en la cómoda con un libro

mí —¿Estás bien? — apoyé las manos en mis rodillas li

hocaran contra el piso. Mi abuelo corrió, se arrodilló junto a

resión tan preocupada que me asu

se enredó en mi garganta y mezclad

preguntó sacudiéndome por los

paró bruscamente de mí, frunció un poco el ce

caer formando arroyos por las calles. La luz eléctrica se fue después de un fuerte trueno que sacudió los

eron a causa de la gravedad que apetecía devorarlos, y sucedió todo en cámara lenta, los libros chocaron contra el suelo cuando un relámpago iluminó el cuerpo de mi abuelo que se desplomaba. Me levanté

voz. Quitó su mano del brazo y la levantó ha

ométeme que cuidarás a tu hermano —casi no lograb

e dije y lo abra

el mentón y me obligó a m

jos comenzaron a cerrarse delicadamente, la mano cayó inerte sobre s

ído, después de un par de segundos, una voz chillona, de una mujer, contestó al otro lado. Le di las indic

u... — susurré

……….. …

ervioso. Mi cuerpo aún estaba empapado y una toalla reposaba en mi regazo. Tenía la mirad

ndo. Me dolía imaginar cómo murió... ¿ahogado?, o ¿asesinado por ellas? No lo sabía. No lo podía imaginar. Una lágrima fugaz tintineó por

que llamase, me dijo que lo más probable es que fuera un infarto. Si, pensé que era mi culpa, si no

cuando Alexander más me necesitaba. Era su hermano mayor y debía ayudarlo. Era mi deber y ya no debía permitirme llorar. Sabía cómo Alexander se desmoronaba en mome

ndo a que me mirara, sus ojos miel estaban enrojec

ido con la abuela Alma y la promesa de regresar el día siguiente, p

en tan pequeño pudiera entrar en un estado de depresión tan severo. Necesitó años para que volviera a un estado casi normal, aunque a veces lo veía perd

—él asintió, tenía una expresión vacía. Una mano cálida tocó mi hombr

? — preguntó Alex y e

vedad ya no me sostenía, perdí mi norte, me hallé completamente desubicado y las rodillas me temblaron con las siguientes pa

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