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Hechicero de sirenas.

Capítulo 2 2

Palabras:1464    |    Actualizado en: 17/04/2024

o que no arriesgara su vida? Era una batalla casi pérdida, como la vez que lo quise convencer de que no corriera esa carrera con el chico

volver. Aunque era un hombre adulto consciente y capaz, dependía de la ayuda monetaria que le daban. Seg

no la quería dejar. Pero en el fondo yo sabía que había otra razón, algo más grande, más fuerte. no creo que fuera yo, sus padres me tenían aprecio y sé que podría visitarlo cuantas veces quisiera. E

os de todo y nos reímos un rato, como siempre. Las cenas con el abuelo e

chica del parque, ¿Cómo es que nunca la había visto? La ciudad era pequeña y poco habitada, nadie quería vivir cerca del mar, y mucho menos en uno donde estuvieran las siren

suelo estaba húmedo y el auto perdió el control. Entonces mi hermano y yo tuvimos que vivir con m

as personas casi no compraban libros, preferían ir a la biblioteca, ver películ

da en las tardes, mi abuelo en la mañana y yo en la noche, excepto los fines de semana en los cuales me q

rmano sentándose bruscamente en la

mo —y ¿cómo va la librería? — pregun

mpresionantemente verdes iguales a los de mamá; mientras que yo e

da se perdió en los pliegues de mi cama, sus dedos juguetearon con la funda de la almohada y se mordió el labio. Me quería decir

n el cabecero de la c

dijo en un hilo de voz y no me

mano, haciendo aseo en los corredores de los baños y unos cuantos mandados. La dueña era u

lar la librería. No era tanto. Pero para un anciano de ochenta y

sa los fines de semana y un porcentaje de lo

e quien — le acosé y

caminé hasta la ventana, necesitaba aire fresco. Miré a mi hermano con cara de terror para enc

gando saliva —sabes que es

e fresco de la noche golpeara mi cara con fuerza, lo necesitaba. Me empezaba a hoga

cándome el cuello —la deuda

mbros — yo solo soy el mandadero. Creo

ía escuchar la resp

ermano, bajó la mirada y respiró prof

Me alejé de la ventan

es para que se cumpla el plazo —p

tando de soltar una sonrisa que se

la palabra creo —desde hace días me ha es

ómo

eguntó si tú serías capaz de morir por un ser querido. Obv

ste? — pregunté in

. sé que

hizo una mueca de d

ecta nada que se camuflara con la conversación —Eso me asustó

nté, aún recuerdo lo ala

a y me pidió que te dijera que quería verte. Yo le

é resignado —te

r se veía desde mi casa, estaba tormentoso, la luz de la luna lo golpeaba con delicadeza y él le devolvía el toque

no. No lo haría, esperaba que Walter no se enojara conmigo, no creía que se enojara por no querer que me comieran a mordiscos unas chicas sexis... aunque no sonaba tan mal diciéndolo así. También tenía que ver a la anciana mal

con la chica de

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