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Millonarios dela agro

Capítulo 4 el primogénito

Palabras:1431    |    Actualizado en: 26/02/2024

tus sentimientos y todos aquí sabemos que ese es tu punto débil. — comentó con calma, todavía mirando fijamente a su hermano. — Aún así, deseo de todo corazón que seas feliz, aunq

uerte de su esposa durante el parto. Reflexionó durante uno o dos segundos, miró detenidamente la carretera y luego asintió. Caminó alrededor de la construcción de mampostería y madera del bar familiar, dirigiéndose hacia el almacén en la parte trasera. Empujó la puerta y entró, encendiendo la lámpara que colgaba en medio del techo. El lugar estaba oscuro y húmedo, olía a orina seca, ya que por las noches era invadido por animales. Cogió el carrito y lo empujó hacia afuera, suspirando con resignación. No estaba de acuerdo con la forma en que su madrastra dirigía el negocio dejado por su padre. Era un bar sencillo, que servía bebidas y snacks a quienes paraban en el camino, nada más que eso. Atendían a camioneros, pasajeros de autobuses turísticos y viajeros en general. Pero, según ella, la única manera de obtener beneficios era comprar la mercancía sin factura, la mayoría de las veces cargada de contrabando o robada. Y esta regla se aplicaba a la cerveza, el whisky, el vodka, la cachaça, el tequila y los cigarrillos, que provenían de Bolivia. Y por eso Isabelle ahora empujaba el carro por el arcén de la carretera, ignorando los bocinazos y las palabras obscenas que los conductores le dirigían. Simplemente pasó que no había manera de enfrentarse cara a cara con Martina (nunca la dejó llamar a su mamá), era el bar el que mantenía a la familia. A veces pensaba en huir de casa. Especialmente cuando vio que cada año sus posibilidades de asistir a la universidad se iban desvaneciendo. A los 20 años lo único que tenía era trabajar detrás de la barra y limpiando los baños del bar. Además, limpié la casa donde vivían y reparé la cerca, corté el pasto e hice reparaciones generales en la finca junto al camino. Cuando su padre los dejó, ella se prometió a sí misma que no sería como él, que no repetiría su comportamiento y sus errores. Hace diez años se fugó con su amigo de la infancia, un granjero que también abandonó a su familia. Lo abandonó todo, la finca con el bar, una vieja camioneta y un viejo Escarabajo y tres mujeres teniendo que defenderse como pudieron. Todos los días sentía sobre ella la mirada resentida de su madrastra, como si la culpara por la actitud de su padre. O tal vez porque lo vio en su cara. Su aspecto, de hecho, se parecía al de Ricardo Esteves. Tenía la piel clara y el pelo castaño, largo y rizado. Cejas pobladas y ojos verdes. Pero, a diferencia de su padre, tenía rasgos delicados, nariz pequeña, labios carnosos y medía menos de 1,60 m. Cuando era

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