Encierro
preparaba para el pequeño acto de autocompasión que le aguardaba. Con manos temblorosas, comenzó a desabro
ue había soportado en el reformatorio. Aunque las condiciones de las duchas eran precarias y el calor del agua era un lujo efímero
nsumido desde su llegada a prisión. A pesar de las dificultades que enfrentaba a diario, encontrar consuelo en las pe
a. Aunque el mundo fuera un lugar cruel y despiadado, en ese instante, ella era libre, libre para sentir, libre para respirar, lib
ra del tejido contra su piel recién lavada. Con paso firme, llevó su uniforme sucio al Sesto
e de la falta de libertad que definía sus días en prisión. Sin embargo, Irene se mantuvo erguida y decid
a de ellas un regalo preciado de sus compañeras de prisión. Aunque eran objetos simples, cada uno llevaba consigo el
n ese momento, se sentía un poco más cerca de la libertad, g
Irene trabajaba como voluntaria en la lavandería junto a Francisca, una oportunidad que había ganado por su buena conducta. Con un gesto de re
onde el sol brillaba con una luz fría y distante. A pesar de la aparente normalidad d
as se preparaba para enfrentar otro día de trabajo. Aunque la tarea era tediosa y monótona, sabía que er
a Francisca, quien la recibió con una s
-Exclamó Francisca, extendiendo una man
igo. -Le co
erte manos a la obra?
asintió con una sonrisa agradecida, sintiendo un peso levantar
a lado. A medida que el agua jabonosa se agitaba y el sonido de las máquinas llenaba la habitación, una sensa
día encontraría la redención que tanto anhelaba. Aunque el camino hacia
o mejor brillando como una estrella fugaz en el oscuro cielo de la prisión. Con cada carga de ropa
nado y preparándose para la tarea que tenían por delante. El aire estaba impregnado con el olor a deterg
ndas por color y tipo de tela. Con manos expertas, ajustó los controles de la máquina y la puso
colocándola en pilas ordenadas. Con movimientos rápidos y precisos, pasaba de una tarea a otra, aseg
rancisca se volvió hacia Irene con una
de anhelo, -Lo que más quiero en este mundo es q
comprendiendo perfectamente
as estemos aquí no creo que debamos
dua y sin garantías. Pero entre el zumbido de las máquinas y el aroma fresco de la ropa recién lavada, enc
dos, aunque ambas lo intentaron ignorar
amente a la puerta de la lavandería. A través de la rendija, observaron a Morena,
ría y desconfiada, se acercó a Moren
s fuera de
a pesar de la intimidación, a
mería, guardia. Necesito mi medic
más, su expresión endureciéndose
uieres, Logue. -Murmuró en tono amena
determinación, negándose a
juegos. -Le responde. -Sol
siniestra, su voz llena de burla m
. -Le recuerda con una sonrisa. -Te conve
n piedad. La expresión de Morena estaba tensa, sus ojos reflejaban el miedo y la ind
an las mujeres! -Exclamó Moren
una llave a Morena y agitándola con gestos insinuantes. Morena observó la llave
intiendo un escalofrío recorrer su espalda ante las insinuaciones desagradables de la guardia. Sabía que d
agradable. -Con ellas, puedo conseguirte medicamentos que pueden hacerte vola
n desprecio, rechazando l
que tengas para ofr
a. Sus miradas preocupadas y comprensivas se encontraron con las de Morena, transmitiendo u
de Morena hacia la puerta, giró bruscament
ena?. -Le pregun
ncisca observándolas desde la distancia, f
-Les pregunta con enojo. -
ardia. -Se dis
hora mismo!. -Les instó
jando a Morena a solas con la guardia. Aunque se sentían impotentes ante la injusticia que
encio, esperando en secreto que Morena pudiera salir iles
a en el aire. Morena observó su partida con alivio, sintiendo el peso de la amenaza alejarse lentamente. Aunque había rechazado
Aunque el peligro seguía acechando en las sombras, sabía que no estaba sola en su lucha. Con el apoyo de sus compañeras de pr
spalda mientras recordaba un incidente
nunciar a la misma guardia por sus abusos, solo para e
s que se negaban a desaparecer. Había sido un momento de valentía, de enfrenta
en la mente de Morena como una cicatriz imborrable. Aquel día, después de haber denunciado los abuso
la dejó sin aliento. La guardia, furiosa por haber sido expuesta, irrumpió en su celda con una furia desc
arca en su cuerpo maltratado. El sonido sordo de los golpes resonaba en sus oídos, mezclado con sus
Morena mientras yacía en el suelo, herida y vulnerable. El bastón de la guardia y
bía pasado días luchando por su vida. Las heridas físicas sanaron con el tiempo, pero las cicatrices emocion
pesar del dolor y la angustia que la habían marcado, sabía que no estaba sola en su lucha. Con el apoyo de Irene, Francisca y otros compañeros de prisi
do aquella vez se agolpó en la mente de Morena, reaviv
ara asegurarse de que estaba bien. Con un gesto de dolor y cautela, Morena se ac
eguntó Irene con voz suave, s
entando mantener la compostura a
a Morena con preoc
ien? -Le
con frustración. -Estoy harta de este
no reconfortante en
e verte triste, Morena
ene con determin
-Le contestó Mirena. -
o, transmitiendo su apoyo
mutuamente. -Dijo Francisca. -Mientra
ba. A pesar del peligro que enfrentaba, sabía que no estaba sola en su lucha. Con Irene y Francisca a su lado