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Olor a sangre, sexo y sudor

Capítulo 4 La esposa despreciada

Palabras:1280    |    Actualizado en: 05/01/2024

oles - Vestidor

ra omni

rechazar, no hacían más de dos años se había convertido en la Sra. Miranda de Soles, pero aún

tuvo llorando por el trato tan déspot

onardo volvería a ser el joven cariñoso que fue

te, nada estaba a la altura, siempre había algo

que el Gran Sr. Francisco Soles la insultara en público, lo seguía amando, incluso cuando se enteró de que él

esores, no habían congeniado con ella, no tenía la clase necesaria, al menos eso d

eptada por sus herederos, ya que quizás, con algo de suerte, ellos no tendrían conocimiento del rechazo de

bello vestido de corpiño

joyas, se perfumo con agua de rosas y se de

.

os Soles - S

ra omni

mayordomo le anunciara que todo estaba listo para partir a la mansión de los Hanks, frente a él, su padre,

specialmente ahora que conocerían a los sucesores de los Lance, con quienes no habían t

a. – sentencio el Gran Sr. Soles deteniendo su camin

llevar a Miranda con él, no porque sintiera vergüenza de ella, más

ropio para su clase y por ello, desde su matrimonio rompió todos los lazos de amistad con los Soles, lo cual afectaba directame

un breve momento, el déspota trato que recibi

l Sr. Lance al terminar la ceremonia de boda cuand

mente mientras le extendía una pequeña margarita en señal de amistad, aquel hombre tomo la flor y la obser

ue un joven de su clase tenga que degradarse al punto de emparejarse con alguien de su categoría... – inquirió señalando a Miranda

o permanecía en silencio con una expresión de profunda tristeza, ya que

e acercó un poco a Miranda y escupió sobre la falda de su vestido para

ensando en alguna otra mala acción para hacerle a la joven pareja, volviéndose en s

voy a relacion

do y la destruyo con los pies a la vez que decía con un tono de

era a su esposa, la consideraba la causa por la cual

comparándola siempre con Miranda y exigiéndole que se comportara más como ella, que hablas

consideraba a la única hija de lo

empre le pedía

o

iana, y de ser posible, que nunca diera su opinión antes de que la

r con un Soles y tampoco lo h

e amor eterno, igualdad de clases sociales, amistad entre ricos y pobres, y todas esas cursilerías

. Soles sacudiendo un poco a su hijo al

urmuro el castaño vol

a llegado al salón acompañada de Gloris, su dama de compañía, muy contenta para mo

stoy bien, que b

a griega ¿cierto? No va a haber una mujer má

poco- susurro quedamen

ía, pero no dijo nada, después de todo, al reg

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