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Lazos de amor

Capítulo 5 Hora de marcharse

Palabras:1552    |    Actualizado en: 19/09/2023

s que habíamos nombrado la noche anterior. El pequeño local francés, resultó ser un elegante restaurante decorado como

alle. Pedimos un café y Oliver insistió en que probara una de las especialidades del re

dos a la perfección. La luz del sol primaveral entraba por la ventana, cayendo suavemente sobre el rostr

r en una conferencia-, dijo

nté-, ¿Cómo acabas

rida, pero iba a cumplir con mi deber

le estaba escuchando mientras me metía en

omo si tratara de averiguar qué le había impulsado-, no

bía orquestado nuestro encuentro-, me invitaron a ir a un

ladeó l

uro de creer

lo tomé como razón su

y, de alguna manera, los dos acabamos frente a la barra de Chupilandia. Muchas cosas tuviero

pondió Oliver.-,Ese fue el prim

sea lo primero que pides de beber cuando entras, pero es

acuerdo con mi explicación del destino, -Definitivamente no puedo explicarlo de otra

eguntado sobre el cuadro del edificio Empire State Building, que estaba tras la barra, y yo le había contado algun

o fue historia. Compartimos charlas el resto de la noche. Hablamos sobre historia, música

arme a un restaurante y continuamos nuestra discusión durante la comida, que se transformó en filosofía, psicolo

él no sabía lo que yo estudiaba. Pero hechos como ése palidecían en comp

larga conversación sobre todas las cosas importantes de la vida sólo lo hacía más atractivo.

arlo. No habíamos podido quitarnos las manos de encima y besarnos en

tos terminara, pero sabía que tenía que volver con Ángela. No iba a abandonarla en nuestro últi

b esta noche, ¿quieres venir con nosotr

en su rostro desvan

giendo mi mano. Su simple contacto seguía siendo eléctrico.

ta. Oliver sacó su cartera del bolsillo y sacó un billete de cien dólares para p

camarero, cuyos ojos se abrieron de

ien dólares. Intenté ocultar mi propia sorpresa. La suite presidencial era señal suficiente de que Ol

y Oliver volvió a cen

eguntó-, me gustaría mucho seguir

n no era unilateral. Sólo conocía a este hombre desde hacía doce h

teléfono del bolso. Las cejas de Oliver

le? ¿Eres una espía secreta? ¿Temes que el go

que sigo con el plan telefónico de mis padres y no querí

me hiciera parecer

-, asintió, aparen

para añadir el número de Oliver cuando,

edado sin batería

mi teléfono-, dijo sacándolo del bo

s anoche como para preocuparnos de cargar nuestros

dquirió un tono más grave que me reco

ue podíamos hacer esto a la antigua usanza y anotar

dudarlo, a pesar de la gran canti

inero en efectivo? Pregunté, incapaz de r

ad es algo que aprendí de mi padre. Nunca sabes quién puede necesit

, sacando un bille

lígrafo que el camarero había dejado en nue

-expliqué-, por si lo gastas. No quiero q

e no lo gastar

en la cartera de Ol

amarme o mandarme un mens

iendo que tenía que volver con Ángela y que Oliver tenía que

vemente, cogiendo mi

más suave, más tierno que cualquiera de los que compartimos la noche ant

to mi teléfono esté

ome a alejarme de él o no me i

en el destino-, dijo, con ojos suaves

una ca

que no cree en el destino,

y decidí no volver a mirar. No quería ser un cliché. Me moría de ganas de volver c

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