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VOCES DEL ALMA.

Capítulo 2 ❀ EN LA INFANCIA EMPIEZAN LOS TRAUMAS ❀

Palabras:1150    |    Actualizado en: 28/07/2023

que, al redactar un desahogo, es factible desintoxicarte y, tras realizar dicha acción, puedes

ra quien nos dirigiera hacia el colegio y quien nos proporcionaba la comida en la mañana de descanso. Antes, lo hacía mi madre, pero dejó de hacerlo debido a que cuando iba a llevarme la merienda, yo empezaba a llorar. En una ocasión, me salí por la ventana

). Mi madre no tuvo más remedio que llevarse a Daniel. Una alumna de un grado más alto levantó el bolso del charco y lo entregó a mi hermano. Por tal motivo, mi hermano también corrió la misma suerte que yo. Otra tía (Tía Evangelina) que era maestra en esa escuela era quien se ocuparía de llevar a mi hermano Daniel a casa, llevarlo con

uina de escribir sin márgenes de una forma muy rústica, pero a mí me parecía lo más hermoso y maravilloso de mis creaciones. Al estudiar, oía a Menudo, una banda que tuvo una gran popularidad durante los años 80 y 90, a la que aprendí a querer por mi madre, quien los adoraba, cuando estudiaba. A través de ella, experimenté un gran interés por una serie de composiciones musicales, incluso si no eran de mi época

erece esa calificación debido a que esa tarea se lo hizo mi otra hermana (mi tía Mercedes)». Me sentí tan vulnerable, quería comunicar numerosas cosas, pero el miedo me estremeció. Tenía solo 10 años y sus palabras me marcaron la identidad. Posteriormente, no tengo conocimiento de la ocurrencia, únicamente tengo la capacidad de recordar fragmentos. En la calle, mientras ella me c

or lo que reprobé el año. Por supuesto, eso fue un tema de conversación en el que una vez me ponía en el o

bota. Haga lo mismo que hice con Javier, quien, por ser un vago, repitió y su padre fue y lo sacó del colegio. De esta maner

etón, tenía 14 años y no tenía novio. Mi abuel

ezó a abrirse un hueco enorme que no se llenaba con nada. En una de las habitaciones de mi alma se encontraba oculta una niña herida, temerosa e insegura que tuvo la oportunidad de creer durante mucho tiempo que realmente era floja y que no tenía valor para nada, aún me sentía «la hija de nadie», como siempre me

cepción —¡Insuperable! —¡La tía Carme

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