Dos Especies
l río o quién sabe dónde. Ya había llegado a un claro, o
lágrimas empañando mi visión. ¡Gracias al cielo!, alguien corrió a ayudarme. El caballo no
seme la cuer
ngarrotadas, parecían ancladas por la fuerza ej
, señor.
iente, frenaba a Trueno. No dejé de llorar, estaba con los nervios destrozados. Por fin nos detuvimos. Bajó de su caballo y con delicad
tra a salv
alto, de unos veintitantos años, al acercarse me obligó a alzar la cabeza, por su altura se evidenciaba lo baja que yo era. No
borde del riachuelo, le dio de beber, llenó su ca
á que se tranquili
un buen hombre, g
embrujado o eso
arrugué
un d
e Elizabeth, ella le lanzó algún maleficio a Trueno, debe saber algo al respe
siente
. -ayudó a incorporarme, m
calmado, ¿vive m
ro caminar. -sonrió-. Muchas gracias, señor. De no ser p
lé en su vestimenta, era sencilla y l
ñor mis
ndida le dio un toque de curiosidad. No lo había detallado, había quedado sorprendida por l
on una mano, jalando de las cuerdas, se acercó a mí-. ¿No quiere contestarme, milady?, puedo acompañarla hasta
su lord... yo... -suspiré, ya no podía salirme de esa, había sido un
nes el cochero de lord Bitelth, vizconde de Bea
caballeroso me saludó como lo habría hecho
do de co
, si no fuera por usted, est
cho lo mis
s sumergimos en un corto y agradable silencio
menor duda
l tenía razón, mi primer instinto habría sido socorrer
, ¿por qué le dicen
le había olv
nuestras miradas se encontraron, me vi trepada en su
oras, se ha sonrojado, milady.
. -Se contenía para no reírse-. En nuestra sociedad nadie lo cono
n?! -exclam
S
nsamientos. Me recriminaba por tal imprudencia. No tenía ningún derecho de hablar mal de la gente a la que no conozco, repetí si
izarlo, le llegaba a los hombros, un agradable rostro, su cabello negro, de cejas pobladas, su nariz era perfecta y le daban
nto lo
me incordia ese comparativo
nas, sin fundamentos concretos. -capté
alando los caballos, seguí al lado-. Es solo... Las personas no deberían hablar de
rque no lo ven, saben de su existencia, pero no se ha
otilla en las reuniones de té. Dicen que era un se
ea en lo que
ro por ese lindo administ
nsamientos, si usted dice que
amos al inicio de los linderos de nuestr
ajo, milady. -lamenté no
racias por todo. Es
se por
caballo y desapareció de mi vista-. Tal vez parece un hombre mayor, bueno ni tan mayor. -hablé en voz alta, en
antes de tiempo. Desde la muerte de la abuela dormía todos los días en su casa, ya no se quedaba en la clínica, pero el llegar
rá más que un simple
-reía de dientes hacia afuera. Sus
hablo, embrujaste a Trueno Elizabeth, te vi movi
s tan fantasiosa. No me caes bien, p
ra de la casa. En mi recámara, ingresé al lavado, cambié mi ropa, a mi padre sie
a de clase media. Puede sonar un poco discriminatorio y algo clasista,
ca. Por cierto, en el día de hoy no fui a verlos. La doncella había sacado un vestido en tonos rosas, al a
ra ese joven. Traté de peinarlo, sin obtener mejoría, opté por ponerme una cintilla del mismo color del vestido, t
ces lo que se te dé la gana, y eso n
o ir a una misa en la que no estar
abuela!
jamás me
s en casa les gusta escucharme. Esta vez no me acerqué a mi instrumento favorito, el ambiente no estaba para tocar una
pá. -besé
ja. ¿Qué
n par de cosas, cenamos en fami
ojos grises vivirás la eternidad junto a él». Quedé sentada. ¿Ese fue el hombre que predijo?, era de ojos grises. ¿Cómo no me di cuenta?, ¿qué hubiera