Dos Especies
a en la oscuridad absoluta, el murmullo de vo
permanece en la mesa de noche. Papá gritaba igual que mamá. Me puse la levantadora. Una
-Ella era mayor, me lleva cinco años, acabó de cumplir veintiuno y desde que nací me convertí
hermosa que sea y ahora más, desde hace un par de años su belleza aumentó por lo que somos. Era rubia, de cabel
controlables, ante los cuales ya me di por vencida, no les prestó atención
a un metro de distancia y las únicas palabras que cruzamos, era cuando estábamos discutiendo o cu
bre corría de un lado a otro cumpliendo las instrucciones o sugerencias de mis p
mejor médico de Londres. Vivimos retirados de la ciudad, a él lo vemos el fin de semana o en las noches tres dí
a guardo el deseo de convertirme en la primera profesional de la época. -Al llegar a la planta baja confirmé
mi progenitora era un alma de Dios y no como Elizabeth, que en algunas ocasiones parece ser la mujer
ntré lo más lento que pude a la habitación de mi abuela paterna, papá trataba de
mi hermana ingresaron en ese momento y se quedaron al pi
veía más blanca y sus ojos hundidos, su respiración se entrecortaba, extendió su mano para que se la toma
ermana, quien también la observaba con tal odio-. Saca la caja de madera de la mesa, hija. -traté de contener las lágrimas, pero me fue im
serán muy felices. Sabes que estos anillos matrimoniales se han fortalecido con
or favor, dale a Jenna
sesenta años juntos, eso en la vida real era una eternidad, supo
legítima heredera de la fortuna y el legado Cladut, no podía morirme si
e dejas de odiarme ab
-Le recri
ntestó la enferma, con voz firme, imponiendo su carácter, luego me miró-. Te estaré cuidan
ndo su mano cayó a u
uitó de su lado y adop
ora J
le demostró su amor, cariño recíproco por parte de su nuera; de quien recibió respeto y qu
exhalación, murió con su mano entre las mías. Me acosté en su pech
ca. -Lo decía a sabiendas de que en este tiempo era una locura; no se nos permite ir a la universidad a estu
stante al contemplar que no pudo salvarla. Todos lloramos, menos la insensible de mi hermana, que parecía e
la escuché hablar con mi abuelo, que Elizabeth no podía ser la heredera del legado de los Cladut. Eso había ca
to lo que mi hermana era, ahora ella también lo sabía y por eso yo había nacido. El probl
e. ¿Qué habrá querido decir con eso del hombre de ojos grises? Me sequé las lágrimas, me acerqué a papá. Mi ma
o. Elizabeth no se había movido del lugar en el que había est
l contrario, solo me decía que hiciera el bien, que del amor se alimenta mi fuerza, que debo resp
fueron sus bellos concejos, me hablaba como si le entendiera. Cuand
re las cuatro paredes de mi cuarto. Guardé las argollas en mi baúl personal; la cadena con el cuarzo
ntro. Mi padre y mi hermana tienen el su
n hasta que entienda un poco todo lo que pas
co; su único hijo, su continuación. Volví a llorar, cientos de recuerdos con mi abuela inundaron mi mente, sus