Melissa.
Siempre he sido partidaria de que cada vez que tus ojos se abren por la mañana se evidencia un milagro, uno, que ocurre de manera tan perceptible que se llega al punto a dejarlo pasar por alto; y en algunos casos, dando inicio al día como si se tratara de una cotidianidad o una manera de vivir de forma rutinaria.
«Un día más un día menos», se piensa.
Pero no para mí.
Sé que la vida son etapas, altibajos y momentos. Estoy convencida de ello, sin embargo, a mis 23 años siento que la vida ha sido maravillosa conmigo. Aunque tampoco soy ejemplo de una persona independiente, porque aún vivo con mis padres y mis dos hermanos —Andrés y Sara— en la hermosa ciudad de Cambridge, Inglaterra.
Es imposible irse, aun cuando hay altercados bastante normales en cualquier familia, ninguno quiere separarse de papá y mamá, ni de sus cuidados únicos.
Sé que en algún momento a cada uno de nosotros nos llegará el momento de partir, o al menos de esta maravillosa casa. Sé que en algún momento los rumbos de nuestras vidas tomarán causes diferentes, y cada uno tendrá su propia familia. «Se me encoge el corazón solo pensarlo» Hecho que ahora se ha vuelto un reclamo de parte de papá en cada almuerzo.
«Rio para mis adentros»
—¿Señorita, Melissa River? —mi nombre es mencionado por un hombre que se detiene frente de mi oficina con un paquete en la mano.
—Sí, ¿En qué puedo ayudarle?
—Esta caja es para usted, ¿Podría firmar aquí, por favor?
—¡Claro! —digo y luego me levanto del asiento para recibir el paquete y firmarle al mensajero.
«¡Que sean las portadas!»
Abro el paquete rápidamente, y en efecto los ejemplares de la próxima portada de una de las revistas más famosas de Cambridge, está siendo vista por primera vez, y yo tengo el honor de ser la primera.
¡Qué emoción!
—¡Toc! ¡Toc!
Mi sonrisa se amplía al escuchar a mi fatídica amiga. Entonces giro mostrando la primicia, orgullosa de mi creación.
—¡Oh, Mell! ¿No me digas qué es la portada? —dice colocando sus manos en ambas mejillas tan emocionada como yo.
—¡¡¡Si!!!
—¡Joder! ¡Es Maravillosa! —expresa.
Maddie me arrebata el ejemplar de las manos, asombrándose aún más teniendo de cerca mi diseño, negando varias veces mientras mi pecho se hincha de orgullo al ver su reacción.
—Alice tiene una suerte increíble de tenerte, ¡Esto es increíble!
Alice Sutton, por supuesto es mi jefe, una víbora en forma de ser humano —y lo digo en serio—, solo que la quiero hasta los tuétanos a pesar de ser… Bueno, como ella es. Sin embargo, su compañía Sutton, una de las revistas más famosas de toda Inglaterra, tiene un alto auge cada año, gracias a su desempeño y arduo trabajo. Eso no se lo puedo quitar.
Jamás pensé que podría llegar a trabajar aquí, y menos sabiendo que recién me gradué en Literatura inglesa. Por ello y por todo, cada día que pasa, me considero afortunada y maravillada por cada cosa que me ocurre. No sé qué vería Alice en mí, ni sé tampoco por qué me contrató el mismísimo día de la entrevista, sabiendo que no tenía ni la más mínima experiencia en escribir para este tipo de publicaciones. Lo mío era más de escribir sobre la vida, reflexiones y crear un libro propio; que por supuesto en algún punto de mi vida ejecutaré.
—¿Te has quedado en las nubes? —pregunta Maddie mirándome cómo si tuviese una rara enfermedad.
Suelto la risa negando, y arrancó la portada de sus manos para caminar a mi escritorio.
—Solo analizo tus palabras, soy consciente que yo soy la afortunada de que Alice me haya contratado, Maddie, y tú también debes sentirte así.
—Mell, ¡Eres oro puro! Señora villana morirá cuando la vea, ¡Por cierto! ¡No le digas que la vi primero!, ¡Enloquecería! —expresa Maddie mirando sus uñas como lo suele hacer cuando está concentrada en algo.
—¡No lo haré! No soy tan tonta —respondo.
—Bueno… ahora si pasemos a lo importante… ¡Dime que ahora sí tuviste una noche loca con Erick!
¡Aquí vamos de nuevo!
—¡Maddie! —chillo con un poco de fastidio.
—¡Dímelo ya!
—¡A ver! ¡Sí! Fue una noche acalorada, con mucha pasión, junto a Andrés y Sara… ¡Ah! ¡También con papá y mamá en el sofá de la sala! ¡Fue todo muy apasionado!
Los ojos achicados de Maddie me hacen soltar una risotada, entonces mi amiga se enfurruña un poco molesta.
Maddie Vermont, o Mad, como le suelo llamar de cariño. Fue la primera compañera que conocí hace un año, al entrar a la revista Sutton. Desde ese entonces congeniamos muy bien, porque a pesar de que nuestros puestos de trabajo parecieran rivalizarse en muchos momentos, por el contrario, nos hizo muy unidas y ahora mejores amigas.
—¿Cómo es que estaban en tu casa? —vuelve a preguntar con los brazos cruzados.
—Mis padres lo atacaron… Ya sabes, que por qué no había vuelto a casa, que lo echaban de menos, y bueno, Erick es un parlanchín, lo conoces —digo más enfadada de lo que quisiera.
—OK, ok ¡Calma! —Dice levantándose, rodeando el escritorio para detenerse justo frente a mí—. ¿Pudiste hablar con él? ¿Le dejaste los puntos claros?
Un largo suspiro es soltado por mi boca, mientras veo de soslayo como Mad niega varias veces no gustándole mi silencio. Y la verdad a mí tampoco me gusta, porque he intentado por semanas entablar una conversación pendiente con mi novio, Erick, sobre la cercanía que tiene con su asistente, y su excesiva compañía hacia todos lados.
Por mi parte no siento ningún tipo de celos por el suceso, más bien ha sido la llamada de atención de Maddie, mis hermanos y mis mismos padres acerca de su —Actitud—, que según los demás, debo alertarme.
Las repetidas peticiones por parte de ellos me han tenido un poco al borde, e inclusive de sentirme avergonzada para con Erick, de reclamarle por algo así.
Desde mi punto de vista, cada uno sabe lo que quiere, ¿no? Y no hay un porqué de que otra persona deba estar al pendiente de tus actos. Nadie debe pretender que alguien le pertenece por el hecho de estar en una relación. O al menos ese es mi pensar.
Tengo algunos meses de noviazgo con Erick Gibson. ¿Son siete? No, ¡son ocho! La verdad no sé exactamente la cuenta, aunque soy una romántica empedernida, soy bastante mala para las fechas. Han sido meses maravillosos, y aunque el tiempo ha sido bastante limitado por mi trabajo y el de él, hemos tratado de ajustarnos como podemos.
—Mad… Me avergüenza acosarlo con ese tema de nuevo, pero te prometo en cuanto haya la oportunidad, abriré la conversación.
—¡Por Dios! —exclama.
—Y… —digo exagerando mis gestos—. Observaré de cerca todos sus movimientos a ver si no me miente.
Maddie tuerce los ojos y se dirige a la puerta.
—¿Te irás conmigo? —pregunta antes de salir.
—No podré. Quedé con Sara para almorzar.
—Entonces buena suerte con eso —dice guiñándome el ojo, saliendo por fin de la oficina.
Y esa buena suerte la tendré que desear, ya que un almuerzo con Sara, no es uno de mis planes favoritos.
Cualquier persona diría que Sara y yo no tenemos nada que ver con líneas consanguíneas, y tampoco puedo decir que nuestras personalidades se asemejen; mi hermana mayor por el contrario de mí, es una mujer bastante reservada, fría y calculadora, su profesión de derecho, junto con su otro título en finanzas, le sienta como anillo al dedo.
Cabe destacar que su trabajo es único entre muchos. Mi hermana maneja todas y cada una de las finanzas de Luciano Mancini.
Mi gran amigo del alma.
Me doy prisa dejando una nota, por si Alice decide pasar por la oficina, tomo mi bolso y salgo en picada para poder llegar al tiempo estricto, que estableció Sara para almorzar.
Justo cuando llego a la cafetería donde pautamos encontrarnos, trato de estacionar lo más pronto posible mientras la diviso a ella sentada en un sitio al aire libre del lugar, mirando su reloj varias veces.
Casi voy corriendo.
—Perdona, si…
—Ya llegas tarde —sentencia con una cara de reprobación.
—El tráfico estaba muy pesado —digo en excusa mientras me siento frente a ella.
—Si así fuera, yo también hubiese llegado tarde, Melissa.
Su mirada fija me pone un poco nerviosa.
—¡Oh vamos! ¿Será otro regaño? ¿No descansas de ser la villana de la familia?
—Me siento muy halagada por tu cumplido, pero está bien, no vengo aquí para hacer el papel de mamá, ya tenemos suficiente con la nuestra.
—¡Muchas gracias! —digo en son de juego mientras le arrancó una medio sonrisa a mi hermana. Pensando que con esa actitud sí podría ser peor que mi madre, aunque sea solo cinco años mayor que yo.
—Ya leí todos los acuerdos de la entrevista. Puedes hacer público tu página entera de restaurantes Mancini, y espero… que sea una muy buena, porque si te sales de lo acordado….
—Te recuerdo que tu hermana soy yo —digo alzando una mano en proclama.
—Te recuerdo que quien me paga es Luciano Mancini.
Ya veo porque Luc tiene de mano derecha a Sara, protege hasta su sombra.
—No te preocupes, jamás haría nada en contra de mi mejor amigo, además el enunciado no se trata de él, sino de sus famosos chef.