Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Novia del Señor Millonario
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Una esposa para mi hermano
Mi esposo millonario: Felices para siempre
La heredera fantasma: renacer en la sombra
No me dejes, mi pareja
Juan Carlos Alvear llego a su oficina siete en punto, para cumplir con su agenda de citas, mientras descargaba su teléfono sobre el escritorio, se colocaba la bata, miro con atención la mesa Luis quince que tenía en su sala, un ramo con una tarjeta reposaba sobre el jarrón de cristal.
Acercándose con curiosidad miro la tarjeta que había tomado en sus manos, “Amor perdóname, Te Amo. Silvia” abriendo la puerta que daba a recepción, llamo con voz cansada a su secretaria Lucila enfermera que trabajaba con el hacia diez años, hacia su agenda, programaba pacientes, así como el aseo y la asepsia de los equipos, la clínica estaba a cinco cuadras de su consultorio particular. Era la única que le conocía bien, por eso en las mañanas no permitía a María preparar el café del doctor, ella prefería realizarlo, sin azúcar y con crema.
-Buenos días doctor Alvear- Que temprano que ha llegado usted hoy, le traeré su café y…
-Lucila bote esas flores- dijo señalando el jarrón que ahora quedaba frente a ellos, lo había colocado en su escritorio-O si gusta lléveselas a su casa, pero no las quiero ver ni un minuto más-. No quiero flores de la señorita Silvia Zurbarán- ¿Entendido?
Lucila que había llegado al pie de su escritorio las tomó y salió tras cerrar la puerta rumbo a la cocina. Mirándolas le dio tristeza botarles, unos hermosos girasoles, doce para ser exactos, se veía un ramo costoso, había llegado con una cesta de frutos, tenía manzanas verdes, rojas, uvas, ciruelas, y otras frutas exóticas, lo miro una vez más suspirando así que las llevaría a casa, en su salita lucirían muy elegantes, tomo la cesta de las frutas, si no quería las flores, menos las frutas. Ordenó a María llevarle su café que preparo al instante, escucho su voz en el pasillo, otro día comenzaría.
Esa mañana atendió diez pacientes, algunos tardaron más que otros, reviso suturas, pasó revista, vio varios exámenes para las cirugías que se programarían. Consulto su reloj, la mañana había pasado velozmente, dejando su consultorio en estado “Cerrado”
Se encaminó a la cafetería, allí solía almorzar todos los días, estaba a punto para su hora de almuerzo, pidió un solomo en salsa negra, ensalada de repollo, dos papas a vapor, postre de moras, una copa de agua estaría bien. Silvia en ese instante avanzó por la puerta del salón, sentándose frente a él, extendiendo sus manos hacia las de Juan Carlos.
-Este no es momento de hablar Silvia-No quiero hablar sobre lo que paso. Estoy en el postre-dijo señalándolo, -.
-Es una equivocación Roberto es un amigo- Lo que viste no es así, lo interpretaste mal-Escúchame-…
-Un abrazo no lo es, suelo abrazar las personas-Abrazarlo y quedarte en brazos, besándose, va más allá de una simple amistad, ¡Oh! Perdón, parece que vi, he interpreté mal- sé muy bien lo que vi-este tema está cerrado, olvidado, lo nuestro quedo hasta aquí- No te guardo rencor Silvia- le dijo el levantándose para marcharse, hizo ademán al camarero para que recibiera el dinero-. Ella se irguió y le asió de la mano-Juan Carlos- Yo quiero seguir contigo-.
-El detalle es que yo no- Estoy seguro de que Roberto te hará muy feliz- Nuestra confianza se quebró, y no hay nada que hacer-.
-Lo siento mucho- la voz de Silvia sonó apagada-
-No lo lamentes, fue lo mejor- Esta todo bien- Sin rencores- dijo mientras le apretaba la mano, y con delicadeza la soltó, un pequeño dolor sintió en lo profundo, pero era un capítulo para cerrar.
Fue directo al estacionamiento, dormiría unas horas, en la noche estaría de guardia en urgencias.
Ani Villanova buscaba en su bolsillo las ultimas monedas que quedaban, atravesó la plaza hacia el banco a cobrar la pensión que su padre depositaba para su abuela. Ella ahora le cuidaba, había dejado su empleo de pastelera en “La Giorgio” Había estudiado en Francia dos largos años, su sueño era tener su café, había retornado a España aceptando un trabajo que le habían ofrecido en Vigo, le gustaba el trabajo, los compañeros, se quedó un año largo como jefe de pastelería, estuvo a punto de firmar un contrato a tres años,