Capítulo 1
¿QUIÉN SOY?
Mi cuerpo está pesado, lo siento extraño. Como si miles de piedras se hubieran asentado en la boca de mi estómago y lo mantuviera anclado al lugar donde me encuentro. Hace unos segundos, luego que escuché una voz murmurando algo dulce junto a mí, intenté abrir los ojos, pero estos me pesaban tanto y sentía tanto maltrato en mi cuerpo que lo único que pude lograr en ese instante fue soltar un gemido adolorido para alertar a quien sea que estuvo acompañándome.
No supe cuántas horas pasaron desde eso. Lo siguiente que sabía era que alguien decía un nombre que no recordaba, unas manos me tomaban el rostro y muchas personas vestidas de blanco comenzaron a rodearme cuando, finalmente, pude abrir los ojos.
Un hombre alto, con ojos oscuros y cansados, me sonreía ampliamente mientras pasaba una linterna diminuta por mis ojos, haciendo que los volviera a cerrar para protegerlos de la luz que los lastimaba. Escuché vagamente algunas órdenes, varios pasos retumbaron a mí alrededor, pero yo apenas podía registrar el frío de la habitación, las vías en mis brazos helados y el extraño tubo que me mantenía en la cama sin emitir un sonido inteligible.
Mis manos, como si tuvieran vida propia, tocaron mi cuerpo, mi vientre estaba plano, helado y algo delgado, de seguro por todos los días que estuve aquí, dormida. ¿Por qué mis ojos están llorando? ¿Por qué siento un vacío en mi pecho al sentirlo así? ¿Qué me pasa?
— ¿Te duele algo? —pregunta el doctor de cabello negro que me cegó con la linterna. Negué inmediatamente con la cabeza, miré alrededor en la habitación desolada de hospital y pude notar que estaba en un piso alto, la ciudad se podía apreciar muy bien desde la gran ventana junto a mí.
«—Dime algo que te guste ver cada día...
—La ciudad, me gusta admirarla»
¿De quién era esa voz? ¿Por qué siento que algo me falta?
¿Quién soy?
— Vamos a retirar el tubo...—comenzó a explicar el doctor luego que el montón de personas vestidas de blanco regresaran a la habitación con guantes y tapabocas puestos.
— Te puede doler un poco —indicó una de las enfermeras que ayudaban a sostener mi maltrecho cuerpo para que la extracción no me fuera tan dolorosa.