Clara.
Bar de la terraza del The Watergate Hotel, Washington, febrero 2016.
" Por mí, esa zorra, puede ... morirse, ella... y .... y su maldita hija."- dijo Morgan, mi mejor amiga y compañera de piso, entre la nube de alcohol que nos mareaba.
Yo sabía que estaba hablando de Ruby, mi madrastra, nunca me había dejado llamarla mamá, ni yo pensaba hacerlo, nunca se había comportado como tal, y también, por otro lado, estaba el caso de la mimosa Karen, con la cual, por lo menos, compartimos la mitad de los genes, aunque eso no quería decir que eso fuera suficiente para que ella me quisiera como su hermana mayor, más bien esa niñata de catorce años me odiaba.
" Déjalo ya, Morgui no tengo ganas de hablar de ella, menos en estos momentos."- le dije dándole otro trago a mi copa de champan caro.
Con mis veinte años recién cumplidos, y en mi segundo año de universidad en el Whitman College, en Washington, Estados Unidos, a más de trece mil kilómetros de Auckland, Nueva Zelanda, me sentía feliz por fin, después de años soportando el maltrato de esa maldita de Ruby. Quiero imaginarme que mi madre predijo que esa desgracia aparecería en la vida de mi padre, así que antes de morir, pensó en mí cuando le hizo prometer a mi padre que me enviaría a su alma mater en el Estado Unidos, para estudiar mi carrera de arquitectura, justo por eso estoy aquí ahora, lejos de mi pesadilla.
Desde que llegué, el año anterior, no he vuelto a Nueva Zelanda, la verdad no se me ha perdido nada allí, menos cuando casi nunca estaba mi padre, y desde luego yo no deseaba soportar la vena sádica y torturadora de la maldita Ruby y su maldita estirpe, sobre todo cuando desde hace un año me descubierto que había algo más que, insultos, golpes, castigos inhumanos para una niña de tan corta edad, con razones tan estúpidas como no darle un juguete que me pertenecía, pero que se había antojado a mi caprichosa hermana.
Los años de abusos, y maltrato que tuve prácticamente desde que Ruby se casó con mi padre, pocas personas lo conocen, las amenazas y el miedo hizo que me callara, y no contar nada a mi padre, pero ser enviada a Washington para estudiar en la universidad, fue mi liberación, y Morgan fue mi primera y única amiga, y confesora. El odio de mi mejor y única amiga hacía la zorra y su maldita hija, como ella las llamaba, fue inmediato.
" Lo bueno que tienes que sea una maldita millonaria es que tu padre cuando se siente culpable, por no visitarte, o porque tú no vuelves en vacaciones a tu casa, es que te inunda de dinero. "- dijo Morgan con la voz tomada mientras miraba a su alrededor el salón del club caro y lujoso que había en lo alto del The Watergate Hotel, mientras me arrebataba la cara, y casi prohibitiva, botella de champaña que tenía en la mano.
Hoy había recibido una tarjeta negra ilimitada, como siempre, como diferentes cajas de regalos que me había llegado de mi familia, en especial de Ruby, una forma de quedar bien con mi padre, ni siquiera me extraño recibir vestidos de lujos, y joyas, totalmente rotas y destrozadas, con una nota que ponía "Con cariño, tu madrastra".
Desde niña, eso era algo que yo ya había vivido muchas veces, cada regalo que recibía de mi padre, esa maldita de Ruby lo revisaba, y le daba lo mejor, o lo que más le gustaba a su hija, y lo que Karen no quería, o le disgustaba, ella lo destrozaba delante de mí, para luego arrojármelo a la cara entre risas. Ni siquiera el personal de servicio decía nada, ya que todo el personal fiel a mi madre había sido sustituido por personal de confianza de Ruby, si era malo recibir tortura de esa maldita mujer, peor era cuando los propios sirvientes era mis torturadores, por órdenes de la señora de la casa.
" Bueno de alguna forma consigo algo de retribución por años de castigo..."- no pude acabar de hablar cuando fui interrumpida por tres de las estúpidas más elitistas de la universidad, que nada más vernos en el club, se acercaron a nosotras.
" Querida Clara, que extraño verte en este club, te suponía estudiando, esto es demasiado mundano para ti, y tu Morgan, no..."- mi amiga la interrumpió, en su forma más cortante y directa.
" Perdona, Elisabeth, me están dando arcadas, me voy al baño."- le dijo dirigiéndose al baño, mientras me hacía una señal, yo quise seguirla, pero fui obstruida por las dos estúpidas rubias teñidas que acompañaban a la capitana de animadoras de la universidad Elisabeth Morris.