Por Rocío
Estaba en la casa de mis padres, en una pequeña ciudad, limítrofe con un país vecino.
Me acababa de recibir de médica, aún no había terminado la especialidad, apenas tengo 25 años y la especialidad son tres años de cursada luego de ser médica clínica, me falta un año y medio, aunque trabajo como intensivista en una de las mejores clínicas de nuestro país vecino.
Mi padre no estaba muy bien de salud, razón por la cuál pedí dos semanas extras, sin goce de sueldo, mis vacaciones eran de dos semanas, así que calculaba estar un mes en mi pueblo natal, junto a mis queridos padres.
La primera semana me dediqué a hacerle todos los chequeos médicos correspondientes a mi querido padre, también aproveché para tomar sol y disfrutar las hermosas playas que cubrían las costas de mi querida ciudad.
Tenía dos o tres amigas de mi infancia, pero las tres estaban casadas y una de ellas, que era mi amiga del alma, hasta tenía hijos, dos niños hermosos, por lo cual tampoco podía pasear o estar pendiente o acompañarme en mis actividades vacacionales.
Estaba tomando sol sobre una lonita, disfrutando ese momento del día en que ya corría cierta brisa, que por cierto me encantaba.
-¿Te molesta si me siento a tu lado?
Me dice una voz súper sexi, me incorporé un poco y vi que el hombre era más sexi que su voz.
Sonreí a mi pesar, no me impresionaban los hombres bellos, soy de las que piensan que los hombres tan atractivos nunca traen nada bueno.
Pero este espécimen…
-Soy Ramiro ¿Cómo te va?
-Hola, soy Rocío.
Le contesté pensando que era muy simpático y que era raro que un hombre de esa edad, tendría unos pocos más de 30, estuviera sólo en una playa.
No tenía el aspecto de andar de ligue, pero a su inmenso atractivo.
-Un gusto.
Al parecer es bastante conversador y no va a dejarme tranquila, pero yo también estoy sola en la playa y conversando, el tiempo pasa más rápido, aunque estaba bastante relajada escuchando música.
-Igualmente.
Le contesté con educación, mientras apagaba los auriculares.
Al parecer voy a entretenerme un rato, charlando con este desconocido.
-Estoy parando en la casa de mi hermano, para mí, es un placer estar con mi familia, soy argentino, pero Facundo, mi hermano, al casarse con una uruguaya, al parecer también se casó con este país.
Sonreí, al pensar que yo, siendo uruguaya, adopté a Argentina.
-Soy Uruguaya, pero vivo en Argentina.
Me devolvió la sonrisa y debo confesar que a cada segundo, este hombre me parecía más cautivador.
-Pero vengo cada vez que puedo.
Le digo sinceramente.
-¿Tenés amores por acá?
-Claro, y muy profundos.
Me estoy refiriendo a mis padres.
-Creo que me voy a poner celoso.
-¿De mis padres?
Le pregunto, siguiendo su juego.
Las carcajadas de Ramiro me contagiaron.
-Absolutamente no, ya te dije, adoro la familia, aunque vivo sólo.
-Eso no tiene nada que ver, muchas veces necesitamos espacio.
-También es verdad, te juro que mis dos sobrinos se adueñan de mi espacio y al verlos poco, me complace, aunque en Argentina, estando sólo, también estoy muy cómodo.
-Supongo que una cosa es estar de vacaciones y otra muy distinta es cuando trabajás y estudiás, cuando vas y venís corriendo con los tiempos.
-Es verdad, el ritmo del trabajo, te lleva a veces a no compartir mucho tiempo con parientes y amigos.
-Exacto, no podría estar avisando a que hora llego o a donde voy, no de mala, pero a veces como por ahí, porque no me dan los tiempos.
-Me sucede igual.
Siento cómo recorre mi cuerpo con su mirada y juro que nunca sentí que un par de ojos me quemaban por dentro.
Sin embargo sonreí y le hice algún otro comentario banal.
-¿Te puedo invitar a cenar?
Dijo de repente.
Parece un hombre educado y se tomó tiempo para charlar y luego formular esa invitación.
Estaba por aceptar la invitación, cuando recordé la invitación a cenar de Karen, mi amiga del alma, con ella hicimos juntas la escuela primaria y también el colegio secundario.
-Aceptaría, pero quedé en cenar en la casa de unos amigos, que realmente veo poco y aprecio mucho.
-Compromisos son compromisos, ¿Venía siempre a esta playa? Digo, ¿Estás en esta zona?
-Sí, me queda cómoda.
Sonríe como un chico al obtener la respuesta deseada.
Es más fácil pedirme el número de celular, pero es más divertido y supongo que si me quiere ver, es más halagador que llegue hasta la playa a que me llame por teléfono.
En ese instante miré a mi alrededor y la mayoría de las personas estaban pendientes de su teléfono.
Claro que yo lo uso y mucho, pero no suelo ignorar a la persona que está a mi lado, por estar pendiente de ese aparatito, que sin duda subyuga y atrae.
-Maravilloso, a mí también me queda cómoda esta playa, la casa de mi hermano está cerca.
-La de mis padres también.
-A lo mejor somos vecinos.
-No lo creo, conozco a casi todas las personas de por acá, aunque siempre hay vecinos nuevos.