—¡Buen día, solecito!— exclamo a todo pulmón apenas traspaso la puerta de la habitación de mi mejor amiga y compañera de departamento. —¡Vamos, vamos! Tenemos un itinerario que cumplir y estamos justas de tiempo, así que ¡a moverse, baby!— Mi emoción es palpable; este fin de semana promete ser genial, con playa, sol, arena y un sinfín de cócteles.
—¡Shhh! Baja la voz, Hannah, la cabeza me va a estallar— dice Val, sacando la cabeza de entre las cobijas. —Me siento terrible— Sabía que Val pescaría un resfriado después de nuestra caminata bajo la lluvia el día anterior; a veces olvido que ella es muy delicada en ese aspecto. —Vas a tener que ir sin mí— agrega.
—¡Olvídalo! Esa ni siquiera es una opción. ¡El viaje se cancela! No te voy a dejar a tu suerte— respondo, decidida.
—Hannah, hemos planeado este fin de semana por mucho tiempo. Al menos una de las dos debe disfrutarlo. Tú sueñas con ir a ese lugar. Además, recuerda que los tickets de avión y el paquete del hotel no son reembolsables— replica Val con voz rasposa.
—Pero...
—He dicho que irás y es mi última palabra— afirma con determinación. ¡Ella ni enferma deja de ser tan mandona!
—¿Estás segura? No quisiera que empeores durante mi ausencia— intento.
—¡Por supuesto! No hay nada que un par de analgésicos y unas cuantas horas de sueño no curen. Hay ramen en la alacena, con eso sobreviviré. Así que ve y diviértete como si no hubiese mañana— sentencia, acomodándose de nuevo entre las cobijas y dando por zanjada nuestra conversación.
—¿Estás segura?— pregunto en vano, siendo completamente ignorada.
Un poco triste, regreso a mi habitación. Val tiene razón; no puedo dejar que todo se pierda. Este es mi fin de semana y, por alguna razón, tengo la corazonada de que será inolvidable.
—¡Al diablo las responsabilidades y los sentimentalismos!— murmuro mientras solicito un taxi desde la aplicación móvil y agarro mi maleta. Bajo rápidamente y, al cruzar las puertas principales del edificio, diviso un vehículo esperándome.
—¡Miami, aquí voy!— murmuro una vez que me había subido al auto.
***
El reloj marca poco más de las 10:00 am cuando el avión toca tierra en la pista del Miami International Airport. Finalmente, he llegado. Una oleada de emoción me embarga, es indescriptible. Se siente como si algo sumamente crucial estuviera a punto de suceder, como si el destino me tuviese algo preparado.
Tras salir de aeropuerto me subo a un taxi que me lleva directamente al hotel.
Debo confesar que las vistas son impresionantes, nunca había tenido la oportunidad de venir aquí y estaba ansiosa por hacerlo. La atmosfera que se respira es simplemente única, apenas puedo contener las ganas de relajarme bajo el sol en la orilla de la playa con coctel en mano.
¡Si! Definitivamente eso será lo primero que haga.
—Disculpe, señorita, hemos llegado a su destino— anuncia el conductor, sacándome de mis cavilaciones. Mis mejillas arden por la vergüenza.
—Muchas gracias, señor. Que tenga un feliz día.
—Igualmente para usted. Disfrute su estadía— responde amablemente.