Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
Mimada por el despiadado jefe clandestino
La segunda oportunidad en el amor
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Mi encuentro con un misterioso magnate
He leído muchos libros de amor a lo largo de mi vida. Y, aunque nunca he creído en ese sentimiento apasionado, siempre me ha fascinado leerlos. Desde temprana edad, he visto la vida desde una perspectiva diferente cuando se trata del amor. Para mí, el "amor verdadero" no es más que una idea romántica escrita en papel, una ilusión que otros viven, pero que nunca he sentido realmente. Tal vez es solo mi experiencia, pero en mi mundo, ese tipo de amor simplemente no existe. Afortunadamente, he aprendido a encontrar satisfacción en mi soledad, libre de las complicaciones que trae el enamorarse.
Junto a mi hermana, Juliana, hemos cambiado de país, de apartamento en apartamento, buscando estabilidad. Ella, a diferencia de mí, encontró el amor en medio de nuestro caos. Y de ese amor nació mi adorada sobrina, Victoria, una niña caprichosa, hermosa y tierna que ilumina nuestros días. A pesar de todo lo que hemos vivido, no puedo imaginar una vida lejos de ellas. Son mi familia, mi refugio en un mundo que ha sido cualquier cosa menos amable.
Nuestros padres, bueno… Ellos nunca estuvieron realmente presentes en nuestras vidas. Desde que tengo memoria, Juliana y yo nos tuvimos la una a la otra para enfrentar el mundo. Los recuerdos que guardo de nuestros padres no son agradables; más bien, están llenos de sombras y amargura. Mi padre era un hombre involucrado en negocios oscuros, rodeado de armas y problemas. Era un fantasma en nuestras vidas, ausente tanto en cuerpo como en espíritu. Mi madre, por su parte, trabajaba incansablemente en un hotel durante la semana y en una cafetería los fines de semana. Su tiempo para nosotras era escaso, y aunque la recuerdo con ternura, su presencia también se desvanecía entre las responsabilidades.
Mi madre era una mujer de belleza etérea, casi como una figura sacada de un cuento. De estatura mediana, con un cuerpo esbelto y elegante, su rostro irradiaba una calidez angelical. Tenía una piel tersa, unos ojos grandes y redondeados de color avellana, y una nariz delicadamente respingada. En el lado derecho de su rostro tenía un lunar pequeño, un detalle que la hacía aún más especial. Su cabello negro le caía en cascada hasta la cintura, convirtiéndose en uno de los pocos recuerdos visuales que conservo intactos.
Pero todo cambió aquel día fatídico. Esa jornada se llevó lo único que teníamos: a nuestra madre. Recuerdo vívidamente la imagen de su cuerpo tirado en el suelo de nuestra sala, rodeada por un charco de sangre. Juliana, destrozada, estaba sentada a su lado, abrazando sus piernas y llorando desconsoladamente. En el suelo, junto a ella, había un reloj antiguo con un nombre grabado al reverso, unas iniciales que nunca olvidaré: A.M.