/0/11878/coverorgin.jpg?v=aedef6ed72830d52acd4dc9fd592056b&imageMogr2/format/webp)
Había transcurrido un año desde que Siena Brabery y el joven empresario Samuel Crawford decidieron unir sus vidas sellando su compromiso. Para Siena, todo parecía un sueño: Samuel siempre la colmaba de detalles y ante todos eran la pareja ideal. Aunque en muchas ocasiones Siena tuvo que pasar sus noches y días en esa residencia sola, sin su esposo, no dejaba de sentirse feliz. Para ella, su esposo era todo lo que importaba. Con el paso de los meses, ambos empezaron a parecer extraños entre sí; los detalles con los que él la había conquistado poco a poco desaparecían.
Samuel pasaba más tiempo lejos de ella y rara vez convivían como pareja. Siempre encontraba una excusa perfecta para tranquilizarla; por su parte, Siena no pretendía convertirse en un obstáculo entre su esposo y su trabajo. Eran pasadas las doce de la noche cuando Samuel llegó a su residencia. Aquella llegada repentina de su parte dejó a la joven esposa enamorada y completamente feliz, a pesar de percibir que algo no estaba bien en su estado. Sin embargo, ella optó por guardar silencio. « ¿Desde cuándo había decidido beber tanto?» Pensaba ella mientras ayudaba a acostarlo sobre la cama. Verlo en esas condiciones solo la confundía, pues jamás, desde que estuvieron casados, él se habría atrevido a llegar en tales estados. Aquella noche, Samuel la había tomado como si fuera un trofeo. Cada vez que Siena intentaba levantarse y salir de debajo de él, era impedida por las caricias y los besos desenfrenados de su esposo. Se sentía como si estuviera poseído por algún espíritu, sometida por esa pasión desenfrenada. Al día siguiente, Siena estaba sentada en el pequeño jardín del recibidor frío, sosteniendo una taza de café caliente. No le importaba que estuviera fresco; estaba más interesada en tratar de entender aquel comportamiento extraño de su esposo. Después de mucho tiempo, volvieron a tener relación.
—Samuel, ¿vendrás a cenar? Puedo hacer tu platillo favorito —preguntó Siena mientras desayunaban, pero el silencio reinaba en aquel lugar.
—No, no lo haré... No me esperes —respondió de manera seca Samuel. Siena, al escuchar esas palabras, no entendía qué había ocurrido, mientras él se alejaba.
Quedó asombrada por la actitud fría de su esposo. Una noche más, Siena Brabery pasaba sola. Pasó un mes y Siena se sentía cada vez más cansada, pasaba más horas durmiendo. A pesar de no realizar ninguna actividad inusual, se encontraba agotada. Después de haber acudido al doctor, supo las verdaderas razones que la tenían de esa forma. Sin dudar un segundo más, tomó su móvil para llamar a su esposo. Una sonrisa se dibujaba en su rostro; aquella noticia la hacía tan feliz.
Emocionada al saber que estaba esperando un hijo, decidió ir a un centro comercial para pasear y ver todo lo relacionado con bebés. Caminaba lentamente, el viento golpeaba su rostro, y luego levantaba en el aire su largo y lacio cabello de color azabache. Pronto se encontró frente a una tienda de indumentaria para futuros padres. Al entrar, automáticamente llevó su mano a su vientre. Mientras paseaba y observaba cada detalle en el interior de la tienda, sentía una felicidad indescriptible. Sabía que estaba en la dulce espera de una hermosa niña o un príncipe que llenaría de felicidad el resto de su existencia. Por segunda vez, marcó el número de su esposo para llamarlo, y esta vez fue atendida por Samuel.
—Hola... Disculpa que te llame, pero quisiera verte en la cena. Tengo algo muy importante que hablar contigo —expresó Siena, para escuchar un suspiro leve al otro lado de la llamada.
— ¡Sí, está bien!... También tengo algo que decirte —dijo Samuel antes de colgar, dejando a su esposa con la palabra en la boca.
— ¡Vaya, qué extraño! —fueron las únicas palabras que dijo ella después de cortar la llamada. Prefirió continuar con las compras y luego se metió en la cocina para preparar algo acorde a la ocasión. Tras pasar casi cuatro horas cocinando y preparando todo lo necesario, finalmente estaba todo listo. Cada detalle romántico estaba dispuesto sobre la mesa. Finalmente, decidió bañarse y estar lista para recibir a su adorado invitado. Mientras se peinaba frente a su tocador, Siena pudo escuchar el auto de su esposo estacionado frente a la casa y se apresuró a recibirlo. Estaba ansiosa por compartir la feliz noticia de que ambos serían padres muy pronto. Sin embargo, la seriedad habitaba en el rostro de Samuel. Casi nunca lograba verlo así, mucho menos recibir un saludo apropiado, como lo haría un esposo atento y enamorado. —Has llegado...
—Me ducharé y bajo enseguida —interrumpió Samuel a Siena antes de que ella pudiera terminar de hablar. Pero la paciencia y el amor que ella sentía por su esposo eran muy poderosos. Mientras Samuel se duchaba, Siena preparaba la champañera con la bebida especial que a él le gustaba beber. Finalmente, estaban frente a frente, sentados sin poder intercambiar una palabra.
La mirada de Samuel ni siquiera se dirigía a Siena, pero ella se sentía feliz de tenerlo allí, a punto de compartirle una noticia muy importante. Las manos de Samuel jugueteaban con sus dedos sobre su pierna, tratando de encontrar la manera de entablar una conversación con su esposa.
—Debo decirte algo...
—Debemos hablar —los dos intentaron hablar al mismo tiempo; era evidente que ambos deseaban decir algo.
/0/13392/coverorgin.jpg?v=079addd4370e850c4d23b63506a9d253&imageMogr2/format/webp)
/0/14209/coverorgin.jpg?v=20240927134414&imageMogr2/format/webp)