Cathaysa.
Estos viajes relámpago a Edimburgo me dejaban agotada, había organizado ya las dos entrevistas con los dos empresarios para hoy, en horas diferentes, pero, aun así, después del vuelo, ir al hotel, llamar a Abigail, para que tuviera todo el papeleo preparado, hacer una llamada a casa, y que mi padre supiera que había llegado bien, además de soportar la burla de mis hermanos, que estaban en una reunión con él. Que mi padre les dijera que los desheredaría si seguían metiéndose con su princesa, como siempre. Todo esto estaba acabando conmigo.
Fui a mi primera cita, tras la cual comí algo y ahora acudía la segunda, después de esta cita me agenciaría, una buena cena, acompañada de un buen licor escoces, aunque nada de whisky. La última vez que Mary y yo, en el internado, nos cogimos nuestra primera borrachera, fue con ese licor demoniaco. Lo aborrecí al día siguiente, por lo mala que me puse, y también porque el castigo que recibimos no era nada misericordiosos para ayudar a combatir la resaca.
En fin, casi estaba en la habitación donde había quedado con unos de los empresarios del grupo multi-empresarial DS Groups. Había conseguido la cita gracias a mi futuro prometido, William Sinclair, él trabaja en la compañía familiar, tras graduarse en la universidad, aunque bajo la tutela de su abuelo. Por lo que me había contado William, su padre había muerto en un accidente de coche, su madre había quedado destrozada, y por eso había huido de la familia Sinclair, llevándose a él y a su hermana con ellas. Poco después de graduarse, su abuelo le ofreció trabajo en, la empresa familiar y allí comandar el departamento de nuevos proyectos de las empresas Sinclair.
Yo conocía William, gracias a una de mis mejores amigas, Mary Sinclair, nos habíamos conocido en el internado, donde estudiamos en nuestra época de adolescente, siempre habíamos sido amigas. Mary se pasó muchos veranos con mi familia en Canarias. Cuando me presentó a su hermano, me quedé impresionaba por lo guapo que era, diferente a todos los chicos que yo había conocido, era cariñoso y me trataba muy bien. No era para nada como la madre de Mary, siempre la había ignorado, e incluso en muchas vacaciones se había olvidado de ir a buscarla, por lo que había pasado mucho tiempo con mi familia como invitada.
William había tratado mejorar la relación con su hermana, sobre todo en los últimos tiempos, desde que me conoció. Mary solía decir que no creyera en él, que era un manipulador, como su madre, pero yo no la creía, quizás su hermana no lo veía como yo. A mí me pasaba lo mismo con mis hermanos mayores, Benearo y Ruyman.
Desde que recuerdo, siempre se la pasaban pinchándome. Cuando fui adolescente, no dejaban que ningún chico se me acercara, tenían a todo el internado amenazado. Sobre todo, Benearo, era el capitán del equipo de baloncesto, estaba en el club de lucha, de esgrima y todos esos clubs que hacen que, si aun chico le gustaba, y mi hermano se enteraba, era retado por todos los clubs, en plan mafioso a luchar por su dama.
Tras varios fracasos dolorosos, dejaron de intentarlo, y me comenzaron a llamar “Cathy la virginal”, y no andaban equivocados, a día de hoy soy una puta reliquia del pasado, una rubia de ojos azules, con un cuerpo de diosa esclava, una piel de fina como el terciopelo, y más virgen que el aceite de oliva.