Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Extraño, cásate con mi mamá
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Destinada a mi gran cuñado
El réquiem de un corazón roto
Rebecca es una muchacha que se encuentra a pocos meses de cumplir dieciocho años. Es una joven muy hermosa. El color de su piel es morena, tiene ojos color verde con una pizca de miel y el cabello es de un negro profundo. Becca, como le gusta que la llamen, está muy enamorada de Asbel a quien conoce de toda la vida, pero hace tan solo dos años que se hicieron novios y, hacía tan solo una semana atrás, le pidió matrimonio.
Cada vez que sus ojos lo ven, siente en su interior cómo cientos de mariposas revolotean enérgicas, como si aquello se tratara de un tipo de danza extravagante. Y ¿cómo no amarlo?, si él estuvo siempre a su lado. En los momentos más difíciles la acompañó y consoló.
Cuando la muchacha tenía tan solo nueve años, su padre Eugenio falleció en un accidente de tráfico mientras regresaba de un largo viaje de trabajo. Un padre que había sido todo para ella y ella había sido la niña de los ojos de papá. De pronto, todo dejó de ser así, y la tristeza ahogó su corazón con un dolor y soledad inimaginables. Sin embargo, allí estaba Asbel, el chico más cariñoso, atento y lindo de la escuela, con el que pasaba los campamentos cada verano desde que ambos tenían seis años. Fue él quién estuvo presente en ese momento tan difícil que le tocó atravesar a la pequeña Becca. Y ni hablar cuando su madre Valeria, decidió rehacer su vida y casarse con Miguel. Una vez casado con su madre se mudó a casa de ésta, con su hija Gisell, una niña que tenía la misma edad que ella.
Al principio Becca estaba muy enojada con su madre por la decisión tan repentina que había tomado de unirse a otra persona. Pero Asbel la animó y convenció de que sería genial tener una familia, y más divertido aún tener una hermana, ya que ella era hija única. Es así que poco a poco lo fue asimilando y puso de su parte para dejar de lado la tristeza y aceptar a su ahora “nueva familia”. Nada podría hacer que su padre regresara de la muerte y fueran otra vez aquella familia que alguna vez fue.
Con el tiempo Becca y Gisell se volvieron muy unidas y lo compartían absolutamente todo. Ya no estaba tan sola, ahora su nueva amiga y hermana estaba para todo lo que necesitaba, eran muy unidas. Juntas asistían a la escuela y a la academia de danza “Revolución”, lugar en donde Becca se sentía plena. Amaba la música y la danza, creía plenamente que éstas eran una sola, sin distinción. Asistía allí desde los tres años. Ese amor apasionado por la música lo había heredado de su padre. Cuando danzaba al son de ésta sentía que podía volar, cada melodía la tomaba entre sus alas y se sentía en la más inmensa y única felicidad. Era allí en donde creía que el cielo era real. En cada movimiento, expresaba toda su pasión y sentía que podía escribir la más perfecta historia de amor. Si, así era. Ese era su lugar en el mundo y aunque ambas compartían aquellas clases, a Gisell no le gustaba demasiado ya que solo lo hacía para acompañarla. Eran más que hermanastras, eran como hermanas de sangre y Becca sentía que podía confiarle hasta su propia vida.
Volviendo a Becca y Asbel, una pareja perfecta y soñada. La muchacha aún no podía creer que su novio le pidiera matrimonio. Estaba atónita, y en su rostro se reflejaba el estallido de felicidad, porque lo amaba con todo su ser. Dicha declaración se llevó a cabo en la academia y en frente de todas sus compañeras y profesores, fue realmente maravilloso que hasta parecía extraído de una película. El muchacho hizo su entrada por la puerta principal. Sus mejillas estaban más sonrojadas de lo normal. Sostenía un ramo de rosas rojas entre sus manos. Se acercó lentamente hacia donde estaba ella, y se lo entregó. Allí en medio del salón se arrodilló y mientras sostenía con su mano izquierda la suave y pequeña mano de su novia, con la otra extrajo del bolsillo de su saco un anillo de compromiso, el más hermoso que había visto y le dijo:
-Becca ¿Te casarías conmigo?-
Ella con la mirada atónita y en medio de una explosión de alegría le contestó de prisa:
-¡Si! ¡Claro que sí!-
Y allí mismo se dieron un gran beso mientras todos aplaudían y los felicitaban conmovidos. Becca sentía que era la mujer más feliz del mundo entero. Estar en el lugar que más amaba y haciendo lo que le fascinaba, junto al amor de su vida, sumado a esa fantástica declaración, hizo que ella se sintiera tocar el cielo con ambas manos.
Juntos cenaron esa misma noche e hicieron planes para su boda y futura vida juntos, hasta hablaron acerca de cuántos hijos tendrían. Fue una noche maravillosamente romántica sin duda alguna.
Luego de aquella cena fantástica, Asbel la llevó a caminar por aquella plaza en donde se dijeron su primer “te quiero”, y con un beso profundo le dijo una vez más, que ella era la mujer con la que él quería pasar el resto de su vida.
La muchacha estaba muy emocionada, no veía las horas de correr y contárselo a Gisell. Así que al llegar a casa, subió de prisa al cuarto de su hermana y le contó todo lo que había pasado. Pero ésta no parecía muy contenta por la noticia, aunque de todos modos la felicitó y le deseo lo mejor. Rebecca de lo emocionada que estaba ni siquiera se percató del ánimo que cargaba aquella.
….
A una semana de haber sido sorprendida por Asbel con aquella proposición, Becca optó no ir a las clases extras que tenía en la academia, y decidió sorprender a su futuro esposo. La tarde estaba demasiado fría y nublada, con algunas precipitaciones esporádicas e insípidas. Primero, se dirigió a la panadería a comprar unas ricas magdalenas con chocolate, ya que eran las preferidas de As. Cuando llegó a la casa, llamó a la puerta y como nadie respondía, echó un vistazo a la cochera y pudo ver que no estaban los padres del muchacho, puesto que los autos no se encontraban allí. Entonces, sacando la llave que se encontraba detrás de una maceta que daba justo al lado de la puerta de entrada, abrió la puerta y entró a la casa muy sigilosa. Se dirigió a la habitación de Asbel, y no quiso llamarlo porque le pareció que sería una bonita sorpresa. Mientras subía por las escaleras, le pareció que éste no se encontraba solo, ya que podía oír voces que provenían desde allí. A medida que se acercaba a la recamara le pareció escuchar risas y la voz de una mujer. Pensó que tal vez se trataba de la televisión o algo por el estilo, pero no se detuvo. Al abrir la puerta ¡no lo podía creer! As y la que había aceptado como de su propia sangre, su hermana Gisell, estaban juntos. Las lágrimas explotaron de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas como la lluvia intensa de verano. Una tras otra caían y golpeaban el piso de madera del pasillo. No dijo nada, solo se dio media vuelta y bajó por las escaleras lo más rápido que pudo. El muchacho gritaba desesperadamente que esperara porque tenía que explicarle, lo que según él, realmente había ocurrido. Pero ella siguió sin detenerse ni por un momento, y mientras se iba pensaba en qué era lo que le tenía que explicar, ya que era muy claro lo que había visto, ¡su prometido con su hermana estaban juntos y besándose en su habitación!,¿qué era lo que le tenía que explicar? No había nada que pudiera borrar esa imagen de su mente y sobre todo ninguna explicación que pudiese quitar el dolor que atravesó su corazón sin ton ni son, así sin más, como un puñal envuelto en alambres de púas que al ser incrustado en el corazón lo rompe lentamente mientras se desangra. Es como dolor de muerte, dolor inexplicable.
Corrió por la calle sin detenerse hasta llegar a su casa. Subió a su dormitorio en donde se encerró y lloró desconsoladamente, no pudiendo comprender el porqué de tal traición. El dolor era tan agudo que se le hacía difícil si quiera respirar. En ese momento su madre la oyó, por lo cual subió y llamó a su puerta preguntando que había pasado. Becca abrió la puerta y la hizo entrar para poder hablar con ella, pero ésta no podía entender nada de lo que intentaba decirle, ya que la pobre muchacha no podía modular palabra alguna, el llanto producido por el dolor la sofocaba. Pero aunque no se entendía muy bien lo que decía, realmente quería y necesitaba hablar con alguien. Su madre le pidió que se calmara para poder entender lo que le estaba diciendo y comprender qué era lo que había ocurrido. Después de unos minutos de haber recuperado el aliento y la calma, le contó lo que había visto y vivido. Ella un tanto sorprendida le dijo que esas cosas pasan y que debía tranquilizarse para hablar con As, por que seguro eso no había sido importante para él. Becca atónita le replicó aquellos dichos. Pues, ¿Cómo era posible que dijera eso? Ella no podía perdonar tal traición. Su madre en ese momento le contó que lo mismo le había sucedido con su padre y que eran cosas sin importancia, porque sabía que su marido la amaba por sobre todo a ella, y entendía que se había equivocado.
Becca solo se quedó en silencio. Un silencio que a la vez era tan ensordecedor que su madre exclamó:
-No te preocupes hija, esto va a pasar pronto. Debes calmarte y ser razonable en esta situación.-
Pero Becca de ningún modo lo podía aceptar y le pidió furiosa que se retirara de su habitación.
Otra cosa más que se sumaba a su dolor, su padre a quien amaba y consideraba intachable había traicionado alguna vez a su madre. No, no podía ser, su papá no era así. El dolor era aún más y más fuerte que el corazón seguía desgarrándose y sangrando sin control.
Sola en su habitación lloró todo su dolor y la única persona que le quedaba para confiar, su madre, le pedía que lo acepte y los perdone, ya que según ella, todo eso seguro no era para nada importante. Ni siquiera su madre podía ver su dolor y desilusión. Sentía que no le quedaba nadie y se quedó allí, encerrada toda aquella noche, puesto que no quería toparse ni por un momento con Gisell. No estaba segura de cómo reaccionaría al verla.
Tenía cientos de llamadas perdidas de Asbel, pero ninguna contestó, ni siquiera los mensajes. Al día siguiente el muchacho fue a la casa para hablar con ella. Valeria, con el propósito de que todo se solucionara, lo invitó a pasar. Él desde afuera de la habitación le rogaba que aceptara hablar con él, pero ésta no accedió y sólo permaneció en silencio mientras él seguía insistiendo, una y otra y otra vez que necesitaba hablar con ella.
-Becca te amo demasiado. ¡Perdóname! Se que fui un completo idiota, pero por favor , ¡tienes que creerme! Solo te amo a ti. No puedo con el dolor de saber que te hice daño.-
Ella pensaba en las cosas que aquel le decía.> y así lloraba sin consolación. Después de llevar una hora suplicándole, la muchacha solo le dirigió la palabra para decirle que lo único que deseaba era que se fuera para siempre de su vida.
-¡Vete por favor! ¡No te quiero volver a ver en toda mi vida!- exclamó sollozando la muchacha.