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Urekai:
En la antigüedad, los Urekais se destacaron como los seres más fuertes y poderosos del mundo. En la lengua antigua se les llamaba 'bestias temibles' porque, al igual que los hombres lobo, podían transformarse en bestias; además, consumían sangre, como los vampiros.
Ellos caminaron entre los humanos sin que nadie se diera cuenta. Esos seres, eternos, pacíficos y desinteresados, prefirieron mantenerse en comunidades cerradas. A pesar de que eran temidos por los demás y los miraban con desconfianza, ellos nunca respondieron con violencia. De hecho, permitieron el paso a cualquier especie que quisiera entrar en sus tierras, más allá de la gran montaña; les dieron la bienvenida a todos.
Sin embargo, hacía cinco siglos, una especie atacó inesperadamente a los Urekais durante su única noche de debilidad: la humana.
Mientras protegía a su pueblo, el Gran Rey Daemonikai perdió el control de su mente y se transformó en una bestia salvaje, convirtiéndose en un peligro para el mismo pueblo por el que había dado todo.
Aunque parecía imposible, los Urekais lograron capturar a su rey en su forma de bestia: lo encerraron en una jaula segura y se encargaron de que nunca se escapara. Sin embargo, a partir de ese momento, los consumió su odio hacia los humanos y se volvieron malvados, convirtiéndose en las bestias temibles que los demás siempre habían creído que eran.
Y los Urekais aceptaron su monstruosidad con orgullo.
Humanos:
Después de invadir las tierras de los Urekais, empezó el brote del misterioso virus. Nadie sabía de dónde salió, pero muchos creían que su ataque a los Urekais lo provocó.
Aunque la mayoría de los hombres se recuperó después de una larga lucha, el virus resultó fatal para la mayoría de las mujeres. Desde ese momento, las sobrevivientes rara vez daban luz a niñas. Las que sobrevivieron y las que nacieron se convirtieron en bienes escasos y buscados.
En muchos reinos, padres codiciosos vendieron a sus hijas a criaderos. Algunas fueron obligadas a vivir en casas de placer, que existían únicamente para el disfrute de los hombres. Y otras sufrieron terribles abusos a cambio de protección.
Ni siquiera los ricos y privilegiados podían garantizar la seguridad de las mujeres en sus vidas: la mera visión de una femenina, ya fuera bebé, niña o anciana, atraía atención no deseada.
Las niñas vivían en un peligro constante; no estaban seguras en la sociedad. . .
Prólogo:
El Reino de Navia, en la Tierra Humana
"Es una ni... niña, su alteza".
Ante esas palabras, el príncipe Garret se quedó helado. Cuando se giró para ver al curandero del palacio, sus manos, apoyadas sobre el exhausto cuerpo de su esposa, temblaban incontrolablemente.
Él había organizado el parto en secreto meses atrás, y, en ese momento, todos estaban escondidos en una de las habitaciones subterráneas del palacio, donde su amada esposa acababa de dar a luz.
"¿Qué acabas de decir?", preguntó el príncipe Garret, pues creyó que había escuchado mal.
'Tal vez todo sea un error. ¡Por favor, Dioses, que sea un error!', pensó.
Sin embargo, la lástima en el rostro del anciano curandero no podía disimularse. Luego giró el pequeño bulto que sostenía y dijo: "El bebé es una niña".
El terror se expandió por el rostro de Pandora, mientras se acomodaba para ver más de cerca a su bebé.
"Oh, no. Por los Dioses, por favor no...", se lamentó, sacudiendo enérgicamente la cabeza, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
"Lo siento mucho, su alteza", dijo el curandero, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas.
"¡¡No!!", chilló Pandora, enterrando su rostro en los expectantes brazos de su marido; luego soltó fuertes sollozos, que le desgarraron la garganta.
Garret se sintió entumecido mientras la abrazaba.