"Señor, la señora no se siente bien", dijo por teléfono el mayordomo.
El hombre al otro lado de la línea respondió con indiferencia. "Entonces, llévala al hospital. No soy médico". Acto seguido, colgó.
El mayordomo palideció y un sudor frío le recorrió la frente.
Zora se recostó en el sofá, sintiéndose débil por el dolor abdominal. Intentando disimularlo, preguntó con esperanza: "¿Qué dijo?".
El mayordomo se volvió hacia ella y esbozó una sonrisa tranquilizadora. "Señora, el señor dijo que nos verá en el hospital".
A Zora se le iluminaron los ojos. Ezrah no había vuelto a casa en casi tres días y lo extrañaba muchísimo. Esta enfermedad parecía su amuleto de la suerte para tenerlo de nuevo a su lado. "Está bien. Vamos".
Ella sintió un calor en el pecho. Al menos a su esposo le importaba su futuro hijo. Ambos se vieron envueltos en un escándalo dos años atrás, y el matrimonio fue la única forma de calmar la situación.
Ezrah dejó clara su postura desde el principio. "Cuando todo esto se calme, nos divorciaremos".
Zora, sin embargo, tenía la esperanza de que para entonces habría logrado derretir su frío corazón, así que sostenía las esperanzas. Sin embargo, con el paso del tiempo, él se alejaba cada vez más de ella, a pesar de que trabajaban en la misma empresa e incluso dormían en la misma habitación.
Dos meses atrás, Ezrah había vuelto a casa para pedirle el divorcio, pero se encontró con los resultados de una prueba de embarazo. Al verlos, su expresión se ensombreció.
"Pospondremos el divorcio hasta que nazca el niño, pero no esperes seguir siendo la señora Gannon. Ese título le pertenece a otra persona, y definitivamente no es para ti".
Después de esas palabras, el matrimonio se volvió insoportable. Ezrah apenas volvía a casa y casi no había intimidad entre ellos. La única razón por la que Zora seguía con el título era porque llevaba su heredero.
Ella pensaba que la ausencia del hombre se debía al trabajo. Al fin y al cabo, era el CEO del Grupo Gannon, una empresa multimillonaria donde ella también trabajaba como gerente adjunta.
Ezrah no sabía que Zora llevaba cinco años secretamente enamorada de él, hasta la noche de borrachera en el cumpleaños de su mejor amiga, Coco, cuando despertó en la misma cama que él.
Ella decidió guardarlo como un preciado secreto, un recuerdo que atesoraría por siempre, hasta que los medios se hicieron eco de la noticia.
Ezrah no podía permitir que el escándalo arruinara su impecable reputación ni le causara pérdidas, así que anunció que él y Zora ya salían en secreto y que pronto se casarían.
La mujer, que estaba perdidamente enamorada de él, recibió la noticia de la boda con emoción.
Esperaba que con el tiempo Ezrah se enamorara de ella, pero eso nunca sucedió. Durante esos años, él rara vez pasaba la noche en casa.
De camino al hospital, el celular de Zora sonó. Al ver el contenido, se le encogió el corazón.
La foto mostraba a su esposo sosteniendo la delicada mano de una mujer hermosa, con una sonrisa de orgullo en el rostro. Y el título decía:
"El señor Ezrah Gannon confirma que ha reavivado el romance con su antiguo amor, la señorita Piper Henshaw".
Los ojos de Zora se llenaron de lágrimas que comenzaron a rodar por sus mejillas, mientras se negaba a creerlo. Tenía que ser una foto editada.
Nunca se había sabido que Ezrah saliera con nadie antes de que ella quedara embarazada de él; ni siquiera mostraba interés por las mujeres. Siempre había sido reservado, ocultando su rostro de los medios.
Además, Rudolph le había asegurado que Ezrah iría el hospital. Los medios solo debían de estar inventando noticias para ganar popularidad.
Aun así, no pudo evitar la inquietud en su corazón y marcó su número de inmediato.
Aunque le había advertido que solo se comunicara con él a través del mayordomo, esta vez Zora decidió tomar el toro por los cuernos.
Su llamada pasó, pero no hubo respuesta. Antes ella habría colgado, pero la inquietud que le causó la noticia no se lo permitió. Al cuarto timbre, una voz femenina contestó.
Su voz, tan melodiosa, hizo que Zora se sintiera menos mujer. "Ezrah está en el baño".
Sus manos temblaron al sostener el celular, con el corazón hecho pedazos. Ezrah nunca le permitía ni tocar su celular, y sin embargo, esta mujer contestaba su llamada con tanta naturalidad. ¿De verdad estaría en el baño? Sintió un dolor en el pecho, mucho más fuerte que el dolor de su abdomen.