Alexander O'Sullivan era un hombre de veinticinco años, tenía siete años viviendo en Inglaterra y le gustaba la vida independiente.
Aunque era heredero de una fortuna multimillonaria, le gustaba la vida sencilla,
sus padres estaban en Nueva York, donde estaba la parte central de las empresas generadoras de dinero para la familia.
Hasta ahora había salido con algunas chicas, pero no se había enamorado, no era muy dado a las fiestas y salidas nocturnas, le gustaba leer y escuchar música.
Era de cabello claro, ojos azules, muy guapo, corpulento y de cuerpo muy formado, amaba hacer ejercicios y la vida al aire libre, montar a caballo, sentirse libre.
Siempre decía, que cuando se casara era porque estaría enamorado, no concebía la vida en pareja sin amor. Esa mañana recibió una llamada de su padre, necesitaba conversar urgente con él.
—¡Hola hijo! Es primordial que vengas a casa, necesito tener una conversación contigo — dijo su padre.
— ¡Hola Papá! Estaba pensando en ti, quiero regresar a América, ya tengo siete años acá y no conozco a una chica que me enamore— dijo Alexander— así que aprovecharé de volver y conversaremos de eso urgente que tienes que decir.
—¡Me parece genial! Tengo planes para tí— dijo el padre de Alex.
— Si son de trabajo, genial— dijo él— necesito de tu influencia para surgir en el campo laboral.
— Cuenta con eso hijo— dijo el padre de él— ya verás como acá alcanzaras él éxito.
Alexander, después de siete años volvía a su tierra, cuando salió a estudiar, pensó que solo estaría hasta graduarse en Inglaterra, pero no mostró interés en volver tan pronto.
Ahora quería echar raíces, no se le dió en Inglaterra, entonces era en su tierra que estaba su chica.
Cuando su padre llamó, ya había decidido volver, solo había dado largas al asunto,
al llegar, los abrazos y las emociones de los tres, estaban a flor de piel, se sintió feliz de abrazar a sus progenitores después de tanto tiempo.
— Ya tu habitación está lista,— dijo su madre— estoy feliz por tenerte de vuelta.
— También estoy muy contento mamá de estar con ustedes, de volver a verlos — dijo Alexander.
— Alex, me encanta también tenerte en casa, ¿podemos ir a mi despacho de una vez para que hablemos? — dijo su padre.
— ¿Qué tan urgente es el asunto papá?— dijo Alex.
— Me gusta solucionar pronto las cosas— dijo su padre.
— ¿Entonces es un problema que tenemos que solucionar?— preguntó Alex.
— Alvin deja que nuestro hijo descanse, no lo presiones— intervino la madre de Alex,comprensiva.
Alvin, el padre de Alexander, lo pensó mejor y dijo:
— Está bien, hablamos después hijo.
— ¿Mañana está bien papá?— preguntó Alexander.
— Mañana será perfecto, no te preocupes, no es nada malo— dijo el padre.
Eso me alivia— dijo Alexander.
A la mañana siguiente después del desayuno, el padre de Alex estaba ansioso por tener la conversación con su hijo.
Los dos entraron al despacho y Alexander dijo:
— ¿Qué es lo que te tiene tan ansioso?