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Irónico Destino

Irónico Destino

Alfonsina

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Capítulo

Alvin y Evie O'Sullivan estaban dispuestos a hacer un buen negocio al arreglar un matrimonio entre su hijo Alexander y la hija de Simone y Arnold Martin. Alexander desde los dieciocho años vivía en Europa, decidió volver a casa después de diez años, sus padres tenían algo importante que comunicar. Cuando Alexander estuvo en casa con sus padres, y Alvin O'Sullivan le comunicó que era de suma importancia unir firmas comerciales entre ellos y los Martin a través de un matrimonio, no estuvo de acuerdo, decidió renunciar a su herencia para vivir su vida. Samantha tiene veintitrés años, sus padres le informan que muy pronto conocerá a su futuro esposo, a quien jamás ha visto, se rebela contra la voluntad de sus padres y huye de casa, para vivir una vida sin complicaciones por los negocios. Es en esa huída que conocerá el amor a través de Harry Scott, tratando de escapar de su destino, encontrando el verdadero camino a la felicidad. Es por ironías del destino que Samantha y Alexander al huir de un contrato matrimonial, se conocerán ocultando su verdadera identidad y se enamoraran. Logrando así unir sus vidas sin saber que eran parte de la alianza comercial que deseaban sus padres.

Capítulo 1 La propuesta...

Alexander O'Sullivan era un hombre de veinticinco años, tenía siete años viviendo en Inglaterra y le gustaba la vida independiente.

Aunque era heredero de una fortuna multimillonaria, le gustaba la vida sencilla,

sus padres estaban en Nueva York, donde estaba la parte central de las empresas generadoras de dinero para la familia.

Hasta ahora había salido con algunas chicas, pero no se había enamorado, no era muy dado a las fiestas y salidas nocturnas, le gustaba leer y escuchar música.

Era de cabello claro, ojos azules, muy guapo, corpulento y de cuerpo muy formado, amaba hacer ejercicios y la vida al aire libre, montar a caballo, sentirse libre.

Siempre decía, que cuando se casara era porque estaría enamorado, no concebía la vida en pareja sin amor. Esa mañana recibió una llamada de su padre, necesitaba conversar urgente con él.

—¡Hola hijo! Es primordial que vengas a casa, necesito tener una conversación contigo — dijo su padre.

— ¡Hola Papá! Estaba pensando en ti, quiero regresar a América, ya tengo siete años acá y no conozco a una chica que me enamore— dijo Alexander— así que aprovecharé de volver y conversaremos de eso urgente que tienes que decir.

—¡Me parece genial! Tengo planes para tí— dijo el padre de Alex.

— Si son de trabajo, genial— dijo él— necesito de tu influencia para surgir en el campo laboral.

— Cuenta con eso hijo— dijo el padre de él— ya verás como acá alcanzaras él éxito.

Alexander, después de siete años volvía a su tierra, cuando salió a estudiar, pensó que solo estaría hasta graduarse en Inglaterra, pero no mostró interés en volver tan pronto.

Ahora quería echar raíces, no se le dió en Inglaterra, entonces era en su tierra que estaba su chica.

Cuando su padre llamó, ya había decidido volver, solo había dado largas al asunto,

al llegar, los abrazos y las emociones de los tres, estaban a flor de piel, se sintió feliz de abrazar a sus progenitores después de tanto tiempo.

— Ya tu habitación está lista,— dijo su madre— estoy feliz por tenerte de vuelta.

— También estoy muy contento mamá de estar con ustedes, de volver a verlos — dijo Alexander.

— Alex, me encanta también tenerte en casa, ¿podemos ir a mi despacho de una vez para que hablemos? — dijo su padre.

— ¿Qué tan urgente es el asunto papá?— dijo Alex.

— Me gusta solucionar pronto las cosas— dijo su padre.

— ¿Entonces es un problema que tenemos que solucionar?— preguntó Alex.

— Alvin deja que nuestro hijo descanse, no lo presiones— intervino la madre de Alex,comprensiva.

Alvin, el padre de Alexander, lo pensó mejor y dijo:

— Está bien, hablamos después hijo.

— ¿Mañana está bien papá?— preguntó Alexander.

— Mañana será perfecto, no te preocupes, no es nada malo— dijo el padre.

Eso me alivia— dijo Alexander.

A la mañana siguiente después del desayuno, el padre de Alex estaba ansioso por tener la conversación con su hijo.

Los dos entraron al despacho y Alexander dijo:

— ¿Qué es lo que te tiene tan ansioso?

— Alex, ya tienes veinticinco años, es tiempo de tener una familia— dijo Alvin.

— Papá, ese es mi asunto, no tienes porqué preocuparte por eso— cuando conozca a la chica tomaré esa decisión.

— Alex, el problema es, que quiero unir firmas comerciales a través de un matrimonio y quiero que me ayudes, casándote. ¡Soy un hombre, no un títere!

Alexander se quedó mirando a su padre y dijo:

— Papá, no necesito alianzas de ningún tipo, en algún momento me casare te lo aseguro, pero no a través de una firma comercial, por un contrato de negociación.

— Quiero unirme a una firma comercial, fusionarnos para aumentar nuestra fortaleza— dijo Alvin— en ésta firma hay una mujer que tiene una hija en edad de casarse, sería una buena estrategia de negocios, que tú consideres que esa muchacha sea tu esposa, eso es lo que está estoy intentando decir.

— ¿Casarme solo por un contrato? — dijo Alexander— lo siento papá, pero conmigo no cuentes para ese negocio, yo creo en el amor en el matrimonio, pero unirme a una mujer, solo para aumentar el dinero, no, lo siento.

— ¿Estás rechazando una orden mía? ¿Te atreves a desobedecerme Alex O'Sullivan?— espetó su padre.

— Papá, no sé si te das cuenta, que ya soy un hombre,— dijo Alexander— no soy un adolescente y hace siete años, que no obedezco tus órdenes, si no que hago mi voluntad.

— ¡Vives a expensas de mi dinero, así que dependes de mí!— dijo su padre.

— ¿Y eso te da derecho a imponer tu voluntad? ¿Solo porque me das una mensualidad? ¡Estás equivocado papá, no, puedo mantenerme por mí mismo! — dijo Alexander.

En ese momento, Alexander se levantó para dar por terminada la conversación, cuando su padre dijo:

— ¿A dónde piensas que vas?— gritó Alvin— todavía la conversación no ha terminado.

— Por mi parte, ya terminó, no tengo más nada que agregar, ya tienes mi respuesta, y a pesar de lo que digas o hagas, no pienso cambiarla, no voy a casarme con la mujer que me impongas— dijo Alexander firmemente.

— Si no te casas, entonces no puedes vivir en esta casa, y no habrá más mensualidad para ti— dijo Alvin O'Sullivan con voz dura.

— Está bien, voy por mis cosas, no tengo problema,— dijo Alexander— bórrame de tu testamento, si es que hiciste algo beneficiandome, hasta nunca.

— ¡Hijo por favor!— exclamó su madre— no te vayas así, vamos a conversar.

— Mamá lo siento, soy un hombre hecho y derecho y llevo años viviendo mi vida, mi papá no va a venir a estas alturas a gobernarme— dijo él— no lo permití como adolescente, mucho menos ahora. ¡Me casaré cuando yo quiera y con quien yo decida!

— ¡Voy a cerrar todas tus puertas, morirás como un indigente, nadie te dará trabajo— gritó Alvin— lo juro!

— Gracias papá, también te quiero— dijo él— ¡Ya veremos cuánto poder tienes!

— ¡Te juro que vas a arrepentirte de esta afrenta, Alexander! — exclamó su padre.

— ¡Ya callate Alvin! ¡No te das cuenta que no lograrás nada por esa vía!— gritó la esposa— te dije que Alex no es fácil de manejar, es idéntico a ti.

— ¡Déjame en paz Evie! ¡Ve a convencerlo de que se quede y acepte, porque le irá muy mal en la vida! — gritó Alvin, enojado.

Evie la madre de Alex era una mujer muy hábil para manipular y decidió usar esa habilidad para convencer a su hijo.

Alexander O'Sullivan estaba enojado, aunque ya pensaba venir a América, le fastidio la bienvenida que le habían dado. Él no estaba en venta, ni mucho menos desesperado.

Había muchas maneras para convencer, pero obligándolo y ordenando, eso no iba con él; ¿que se creía Alvin O'Sullivan? ¿Que él era un títere para manejarlo a su antojo?

Nadie, ni siquiera su padre a quién amaba, lo doblegaría;.en eso entró su madre, llorando a lágrima viva y rogando para que no se fuera así.

— ¡Alex, hazlo por mí, no te vayas! — exclamó ella— son muchos años sin disfrutar de un abrazo tuyo.

— Lo siento madre,— dijo él— te amo mucho, pero no me quedaré ni un minuto más— no soy un pelele, tengo decisión propia.

— Lo sé, hablaré con tu padre— dijo ella— pero no te vayas enojado con él.

— ¡No mamá, ya tomé mi decisión! — dijo Alexander— soy firme y determinante, no quiero vivir en un lugar donde no se respete mi albedrío.

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