Me enamoré de Bruno a los quince años, éramos pequeños, torpes y con millones de sentimientos descontrolados, para ambos el amor era como espuma, se esfumaba con el tiempo. Sin embargo, él había tenido parejas antes de mí, era capitán del equipo de voleibol y jugaba en campeonatos nacionales. Cuando lo vi por primera vez no pude evitar quedar encantada con su físico, sus ojos azules, su cabello rubio y sus brazos fornidos fueron lo primero que vi en él.
Jamás pensé que un chico como él se fijaría en mí, ahora miro hacia atrás y me río de mí misma, porque el físico no lo es todo y Bruno tiene defectos como todos, incluso más defectos de lo que algunos podrían imaginar. Han pasado diez años desde que nos hicimos novios, tenemos veinticinco, el comenzó a trabajar en una empresa y yo estoy trabajando en un hospital, soy doctora y estoy especializada en neurocirugía.
Pero nada de eso es realmente importante, porque hace un mes me pidió matrimonio y el día de hoy vamos a casarnos.
—¿Estás lista? —me pregunta Andrés, lo miro dudosa y niego con la cabeza, no puedo salir todavía, si salgo me sentiré aún más nerviosa, necesito calmarme y respirar—. Jana, Bruno estará feliz de casarse contigo tienes que calmarte.
—Lo sé, Dr.
Los únicos que vendrían a la boda por mi parte serían el Dr. Andrés y mi mejor amiga Maya, son la única familia que me quedo después del incendio, creo que nunca he estado tan feliz de tenerlos como ahora, y sigo nerviosa porque voy a casarme y he soñado con este momento cada maldito día de mi vida, desde que estuvimos juntos por primera vez y desde que le entregué todo mi amor a él. Nunca lo he engañado, nunca me he detenido a dudar de lo nuestro y ahora estoy aquí, feliz, nerviosa, emocionada y con muchas dudas con respecto a cómo será nuestro futuro.
Estoy a punto de salir cuando Maya entra por la puerta con los ojos abiertos, el corazón se me detiene porque siento que algo ha salido mal, pero no puedo saber el que, no puedo saber que es lo que se ha arruinado el día de mi boda y tampoco tengo ganas de saberlo.
—Bruno no ha llegado.
—¿Cómo que no ha llegado? —me rio nerviosa—. Ya debería estar aquí, se supone que es hora.
—Él dijo que no vendría, me acaba de mandar un mensaje Jana.
—Tiene que ser una broma, dime qué es una broma.
—Jana —dice con suavidad el Dr. Andrés, lo miro, pero caigo en la cama y empiezo a llorar, no puedo creer que me haya dejado plantada el día de nuestra boda, vivimos juntos desde hace unos meses, hemos construido muchísimas cosas juntos. ¿Qué ha hecho que se arrepienta? ¿Por qué Bruno no está aquí? ¿Por qué me ha dejado? ¿Por qué no pudo quedarse? ¿Qué he hecho para merecer esto? ¿Ha sido mi culpa?
Tengo millones de preguntas en la mente y ninguna tiene respuesta, pero desearía que las tuviera, quisiera que alguien me dijera que es posible que quedemos juntos, quiero que vuelva, pero se que no lo hará porque lo conozco y ya ha tomado su decisión. Entonces, una pregunta viene a mi mente ¿Por qué le ha escrito a Maya y no me lo ha dicho a mí? Levantó la vista y limpio un poco mis lágrimas, veo sus ojos, esperando a que me consuele, a que diga algo, a que quiera saber cómo me siento, pero no hay nada.
Solo silencio.
Su silencio es arrebatador.
Odio este silencio.
Quiero que diga algo.
Y la idea más loca y jodida llega a mi cabeza.
—¿Por qué Bruno te ha escrito a ti Maya? —Maya agranda los ojos y no dice nada, su teléfono se enciende y se lo arrancó de las manos antes de que pueda sostenerlo con fuerza. El mensaje es de Bruno, y no puedo creerlo, no puedo creer que mi mejor amiga me haya engañado de esa forma. Un lindo “La he dejado por ti, eres todo para mí y quiero estar solo contigo” puede destruir muchas cosas, cosas como la amistad de años que tenemos.
Tiro el teléfono al piso sin importarme que se rompa y la miro furiosa, sus ojos también se han llenado de lágrimas, pero sus sentimientos son los que menos me importan en este momento.
—Iré a decirle a los invitados que la boda se cancela —dice Andrés preocupado, me mira por última vez y sale disparado a hablar con los invitados.
—¿Te acostaste con Bruno? ¿Me engañaste? ¿En mi propia jodida cara?
—No… yo
—¿Desde cuándo? —Maya voltea la cara para no verme y me acercó a ella, sujetó sus hombros con fuerza y le gritó—. ¿Desde cuándo Maya?
—Desde el año pasado —susurra
—¿Ibas a dejar que me casará con un hombre que no me amaba? ¿No te importó como me iba a sentir? ¿No lo pensaste?
Siento la necesidad de que me diga algo, algo más que solo simples respuestas cortas, se aleja de mí y sale corriendo hasta la habitación del lado, está no es mi casa, es la casa de Bruno y se que ambos hemos estado viviendo aquí, pero eso no me da derecho a decir que es mi casa también. Salgo corriendo hasta la habitación donde se encuentra Maya e intento abrir la puerta, pero está cerrada y me recuesto de ella.
—¡Abre la puerta Maya! ¡Abre la puta puerta! —gritó llorando—. Mierda, éramos amigas, eras mi puta mejor amiga Maya, y no te importó romperme. No sé trata de Bruno, se trata de nosotras, de las veces que te conté que amaba a Bruno, de las veces que te dije que estaba feliz por casarme con él. Se trata de las conversaciones que tuvimos entre nosotras y de todos los secretos que te conté.
—Lo siento —dice detrás de la puerta—. Siento haber jodido tu vida, pero lo amo, amo a tu novio Jana.