Lord, alfa de la Manada Luna abrió la boca soltando un leve jadeo. La sangre se escurría por sus colmillos y manchaba la nieve debajo de sus patas. A su lado el cuerpo de su presa se hallaba ya sin vida. Su pecho se infló de satisfacción. Definitivamente era el mejor de su manada. No por gusto era el alfa. No importaba el tamaño del animal que se le enfrentase, no eran rival para él.
Se sacudió quitando la nieve espesa de su espeso pelaje marrón. Acto seguido alzó la cabeza y aulló. No pasaron muchos minutos para que tres lobos aparecieron en su rango de visión, al detenerse eran más pequeños que él en tamaño más no es corpulencia. Lord se había encargado de un estricto programa de entrenamiento para todos los miembros de su manada.
Sus terrenos eran amplios y el ataque de invasores era inminente, cada integrante debía ser capaz de protegerse con facilidad, incluido los cachorros.
-Alfa- Senas, su beta de detuvo haciendo una inclinación con la cabeza.
-Llévenselo- ordenó Lord con voz plana y llena de autoridad.
No tenía que decir nada más. Para él solo había dos caminos, que le hicieran caso o morir al ignorarlo. Era el alfa absoluto de su manada, no permitiría la desobediencia, eso había mantenido a flote a la manada por casi 200 años. Y lo haría por muchos años más.
Senas asintió y con un movimiento de la cabeza los dos lobos detrás de él se encargaron de morder por cada lado al enorme animal muerto que formaría parte de la cena de ese día y comenzaron a arrastrarlo de vuelta a la mansión. El beta caminó detrás de su alfa son decir nada. Sabía que el lobo mayor estaba de un humor bastante versátil últimamente, pero cuando mataba… por muy orgullos estuviera de su hazaña, todavía el instinto quedaba despierto y su cuello podría ser el próximo sino tenía cuidado.
Senas lo conocía de años. Eran amigos de cachorros. Lord habia destacado por encima de los demás lobos aun con solo meses y aun siendo muy joven se había ganado el lugar de alfa de su manada. Él lo siguió fielmente como beta sin nunca cuestionar nada, su alfa era alguien al que no se le podía discutir. Cuando quería algo, simplemente era suyo y si se le resistía, su destino era desaparecer.
Avanzaron varios metros en medio del bosque, perlado de blanco por la nieve, cuando un sonido antinatural para ellos llegó a sus oídos. El cuerpo entero de Lord se tensó y gruñó tan fuerte que sus acompañantes retrocedieron un paso.
Si había algo que molestaba realmente al alfa era que entraran a sus terrenos sin su permiso… y el olor que llegaba a ellos por la suave y helada brisa era de… humanos.
Lord giró su cuerpo a la fuente del olor con los ojos inyectados en sangre, con la intención de acabar con ellos. Odiaba a los humanos, eran seres despreciables y que no respetaban. Por lo que si entraban a sus terrenos solo les quedaba morir. Ya bastante tenía que soportar que muchos de ellos se hubieran asentado en un pueblo a orillas de sus terrenos.
Con el lobo erizado y gruñendo comenzó a caminar hacia los invasores. Senas les hizo seña a los otros dos que no se movieran y él siguió a su alfa con una distancia prudente en caso que la situación se complicara. No habían avanzado mucho cuando el olor se hizo más fuerte y los humanos fueron visibles, pero algo no estaba bien.
Lord pegó las orejas a su cabeza en alerta y se acercó a los bultos en medio de la nieve que estaban medianamente enterrados en esta. El sonido salía de ellos, aunque no se movieran. El alfa se acercó cada vez más, con cautela, sintiendo que su pecho palpitaba de forma extraña mientras más cerca estaba. Eso lo hizo apretar los dientes.