Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Destinada a mi gran cuñado
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Ella se llevó la casa, el auto y mi corazón
Demasiado tarde para arrepentirse: La heredera genio brilla
Novia del Señor Millonario
Una esposa para mi hermano
Mi esposo millonario: Felices para siempre
La heredera fantasma: renacer en la sombra
No me dejes, mi pareja
- ¡Por Dios!, creo que llegaré tarde a mi cita con Mark, tengo el cabello hecho un completo desastre -Aida se miraba en el espejo del automóvil.
-Creo que piensas hacerte algo novedoso, lo noto por tu expresión Aida-. Leila su amiga buscaba en su bolso una revista, estaba segura que la tenía allí mismo.
-La tengo- Leila hizo una mueca, Aida ahora conducía a velocidad, tenía que ir a la peluquería, después pasaría por el pastel de chocolate, nueces, almendras y cubierta para su esposo.
-Creo que me haré un corte al hombro, secado, y listo, quedaré perfecta para esta noche-. Aida sonreía, estaba feliz, su esposo Horacio cumplía sus 48 años, y en días celebrarían su aniversario número (20) se habían casado y después de unos años llegaba al hogar su primera hija, Ciara era ahora una chica hermosa, blanca, ojos azules como su madre, alta, esbelta, a sus 20 años cumplidos, se perfilaba como una excelente abogada, Martin de 19 estudiaba Arquitectura, eran dos lindos chicos, buenos estudiantes, amaba su familia, la verdad que era muy bendecida, así ella lo veía, siempre habían estado juntos, apoyándose.
Vivian en Portland, los chicos asistían a la universidad a unas horas de casa, así que cada oportunidad que tenían, venían a casa a compartir en familia.
Aida giró a la izquierda buscando donde estacionar, y encontró lugar justo cuando se estaba dando por vencida, tomando su bolso, teléfonos, cerrando el auto se encaminaba hacia la peluquería.
-Oh, Aida querida por fin llegas, te dejaré hermosa para esta noche-
-Siempre confío en tus manos, lo quiero al hombro, un toque más arriba mejor, y por ahora no me cambiare color-
-Bien un día lo decidirás, te dejaré estupenda-
-Veo que tu esposa, está ahora en la peluquería que bueno-.
-Hemos hecho este salón a pulso entre los dos, ella es magnífica maquillando, y, además, maquilla uñas como ninguna otra, te cuento que ya son años trabajando, pronto mi hija se graduará de estilista, quería que escogiera otra profesión, pero lo lleva en la sangre-. Es inevitable cariño-.
-Pues me alegra por ti, te conozco bien, somos amigos, siempre en todos los momentos de Horacio y míos, ¿Qué te parece? 20 años juntos, el tiempo pasa veloz-.
-Así es Aida, el tiempo pasa volando-. Por cierto, esa amiga tuya nunca me ha parecido agradable, cuida tu esposo Aida, estas son como víboras-.
-Oh, es una buena chica, trabajadora, responsable, Horacio no es coqueto por suerte, es un hombre serio, fiel, leal-.
-Querida estos ojos han visto tantas cosas, esta peluquería es centro de muchas historias-.
Las manos rápidas y agiles de Mark, le daban los últimos toques al corte, lucia esplendida, era una mujer de hermoso rostro, figura envidiable, siempre activa, deportista desde joven, inteligente, y buena amiga, consideraba Mark a Aida, se conocían desde jóvenes, los padres de Mark siempre habían desaprobado que aunque había estudiado, se había dedicado a la estética, con el paso de los pocos meses de graduarse, se conoció con Sara, al cabo de un tiempo de novios decidieron abrir una peluquería, ahora con los años, era un salón muy equipado, junto a estética, era de dos pisos, en la planta baja, el salón, y en la segunda planta, su casa, eran dos personas hermosas, con un carisma, los padres de Mark no le visitaban casi pues la noticia les había caído como plomo.
No gustaban de su matrimonio y mucho menos que hubiera dejado una ambiciosa oferta en una empresa de contadores, por un saloncito de cortar cabello, arreglar uñas, pies y recoger hongos, según los padres de Mark, pero eran felices, algún día lo entenderían.
Aida se miraba al espejo, el corte resaltaba sus ojos azules preciosos que poseía, así que, dando los últimos toques, tomando su café a prisa, agradeció a Mark, quien ahora no quería recibir el pago, a lo que ella tuvo que amenazarle con no volver.
-Entonces querida, cobraré el doble-.
-Puedes hacerlo cariño- has hecho una completa obra de arte-.
Mark se echó a reír entregándole el cambio, luego de un abrazo, le recordó que, en punto a las ocho, sería una sorpresa para Horacio.
-Estaré minutos antes, ya me conoces corazón, siempre puntual-.
-No me queda duda alguna-.
Salió con paso firme, sin mucha prisa, Leila le pidió que la dejara en el almacén que estaba de camino, pasaría por su vestido para esa noche.
-Leila quiero pedirte un pequeño favor, puedes pasar por la pastelería de Silvina tiene unos encargos para mí, pasas justo por allí-.
-Sí, con gusto, no hay problema, los recogeré-.
Aida frenaba, justo en la esquina donde daría el giro para pasar por el pastel, Leila tomaba su gran bolso, dando las gracias por acercarla, entraba en la tienda a buscar su vestido.
Horacio terminaba una junta cuando su secretaria Emma le entregaba una fila de documentos para firmar, sabía que al siguiente día Horacio no vendría a la oficina, siempre tomaba la mañana después de su cumpleaños para ir con su esposa a un lugar hacia las afueras a desayunar, su aniversario de bodas seria en siete días, el 25 ya era una fecha programada, estaría por fuera todo el fin de semana. Luna de miel, no lo dudaba, era una pareja hermosa.
Horacio tenía una constructora grande, un gran proyecto estaba en camino a llegar, poseía una inmobiliaria, allí manejaba la venta de propiedades, que el compraba, restauraba dando un toque único, sutil, elegante, para luego ser vendidas, tenía reconocimiento en el sector, decía que lo hacía por hobby, le encantaba colocarse a la cabeza de la remodelación, Aida de tanto en tanto le daba una mano con la decoración de los interiores.