Saqué las llaves de mi hogar para abrir la puerta principal, quería sorprender a mi esposo con un regalo que le compré en la panadería con el dinero que gané vendiendo unas prendas por internet.
No quería que él fuera el único en aportar dinero para la casa o las compras, aunque no me dejaba trabajar... Dante era un hombre un poco tóxico respecto a mí.
Le dije que iría a visitar a mis padres y que no volvería hasta el día siguiente. Abrí la puerta tratando de no hacer ruido porque la idea era sorprenderlo. Busqué con la mirada en cada rincón de la sala para comprobar que no estuviera, supuse que se encontraba en la habitación durmiendo porque el pobre tenía un trabajo importante.
Era la mano derecha de su hermano, Eric Watson, quien era muy reconocido en el país por ser un CEO multimillonario, aunque no llegaba a los primeros puestos como otros. Dante era su secretario según lo que me decía. Caminé a pasos lentos subiendo las escaleras, hasta que llegué a la puerta que más buscaba.
Nuestra habitación.
Pero, un sonido nuevo y extraño me hizo fruncir el ceño. Era como si Dante no estuviera solo, y peor aún, la otra voz era femenina y lo único que hacía era soltar gemidos. En ese momento sentí que mi mundo se caía, estaba temiendo lo peor cuando abriera esa puerta.
Dejé caer la bolsa con su regalo al suelo para llevar ambas manos a mi boca. Quería irme de ahí e imaginar que todo había sido mi imaginación, pero sabía que si no entraba, jamás iba a saber lo que sucedía... Mi respiración empezó a salir entre cortada, mi mano se dirigió con una tembladera enorme hacia la perilla para darle la vuelta.
—Vamos, Ximena... Tú puedes... —me alenté.
Suspiré, tenía que calmar mi respiración ya que provocaba una agitación en mi pecho. Los nervios los tenía a flor de piel y un nudo se formaba en mi garganta.
Abrí la puerta de una vez por todas, encontrándome con la escena más desgarradora de mi vida. Mi boca formó una ligera "o" llena de horror y mis cejas se contrajeron al ver a mi marido desnudo debajo de otra mujer, ese con el que llevaba dos años de casada y diez de noviazgo, con el que intentaba tener un hijo, ese que juró serme fiel en el altar...
Mi primer amor.
Me estaba traicionando de la peor manera. Ambos estaban como Dios los trajo al mundo, ella encima de él saltando hasta más no poder en la cama donde yo dormía... Donde él me juraba que solo tenía ojos para mí. Mis piernas empezaron a temblar, los gemidos de la rubia esa no le permitieron notar mi llegada.
Seguían en lo suyo incluso conmigo de pie en el umbral de la puerta. No podía creerlo, deseaba que eso fuera una jodida pesadilla, quería despertar. Me agarré por impulso ambos lados de mi cabello negro, buscando arrancar cada pelo y poder despertar de una vez.
Pero me di cuenta que eso era real. Mi pecho subía y bajaba, buscando aire de manera desesperada y el nudo en la garganta empeoró, logrando que varias lágrimas salieran de mis ojos.
—¡¿Qué es esto, Dante?! —grité, con la voz quebrada.
Mis cuerdas vocales ardieron por la fuerza que utilicé. Ambos se giraron a verme en shock, sorprendidos porque no me esperaba ahí. Me abracé a mí misma por el asco que sentía, la repulsión de haber sido engañada quién sabe por cuánto tiempo.
Lo que más me dolía era que Dante... Mi querido mejor amigo, mi confidente, mi pareja de toda la vida... El hombre que conocí a mis dieciocho años y nos enamoramos, me haya hecho semejante traición. Nunca me lo esperaba de él, confié ciegamente en sus palabras, en sus promesas vacías, le creí como una estúpida.
Él empujó a la mujer para que se bajara, buscando taparse con la sábana las partes que yo tanto le vi y me acostumbré a él. Tenía una expresión de horror, de temor por lo que yo pudiera decirle después de haberlo cachado en el acto.
—Ximena, p-puedo e-explicarlo —balbuceó, colocando una mano al frente.
Caminó hacia mí. Miré de reojo a la rubia quien se encontraba cubierta con otra sábana, mi sábana... Me hervía la sangre, me sentía devastada y enojada al mismo tiempo. No sabía si soltar la rabia o la decepción que cargaba encima.
—¿Qué vas a explicar? ¡Todo me ha quedado claro! —hablé, de nuevo con la voz quebrada y llena de odio.
Mi visión estaba borrosa por los mares que salían de mis ojos. No podía contener las lágrimas, me era imposible creer que Dante me había sido infiel, pero lamentablemente era la cruel realidad, una para la que no estaba preparada.
Él intentó tocarme el hombro con su mano, pero fui más rápida y lo rechacé de un golpe.
—N-no es lo que parece, mi amor, sabes que yo te amo, esto no significó nada. Fue un error —titubeó, sus ojos estaban cristalizados y asustados.
Él tenía miedo, pero no se arrepentía. ¿Por qué lo haría? Ser infiel era una decisión que él había tomado, y que yo no iba a perdonar nunca. Mi mandíbula se tensó y mis puños se cerraron porque sus palabras se sintieron como una estaca en el corazón, no quería escucharlo, pero también deseaba que me dijera: todo esto es mentira.
Lo cual era imposible, ya yo vi el desastre. Nadie podría borrarlo de mi memoria. Nada sería como antes si seguía con Dante.
—Me engañaste, Dante... Yo confié en ti y me apuñalaste sin pensar en mí. ¿Sabes el dolor que estoy sintiendo en este momento...? —sollocé, cubriéndome la boca.
Mi respiración estaba incontrolable, intentaba hablar con firmeza pero me era muy difícil lograrlo sin caer en el llanto de nuevo.
—Mi amor... Perdóname por favor, no sé en qué estaba pensando, no me vayas a dejar por esto... Prometo que no volveré a hacerte algo así —confesó, agarrando mis manos.
Estaba tembloroso y yo también. Dante empezó a mostrar una expresión de arrepentimiento y duda, no sabía qué pasaba en realidad por su cabeza, pero a mí me costaba mucho creerle después de lo que me hizo.