Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
El arrepentimiento de mi exesposo
Extraño, cásate con mi mamá
Los Mellizos del CEO
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Yo soy tuya y tú eres mío
El gran regreso de la heredera despechada
Cuando era pequeña quería escribir un diario personal. Ya sabes, aquel cuaderno donde puedes ser tú misma sin importar los demás, aquel amigo fiel y silencioso que contiene tus secretos. Donde guardas tus problemas, tus dudas y tus más profundos pensamientos. Donde eres libre de pensar lo que quieras, donde eres libre de los juicios de los demás.
Te encontré y ¿Por qué no? Empezaré a escribir en ti, algo diferente ocurrió hoy y quiero contarlo a alguien que no me juzgue, pero como no existe tal persona en el mundo he venido a ti. Admito que mis problemas no son la gran cosa, no todos tenemos el honor de tener una gran historia que contarle a su diario. Mis problemas son típicos de una chica que le gusta husmear, pronto me entenderás.
Antes de comenzar dejaré algo claro entre nosotros: No tendrás fechas y no te diré lugares exactos porque así me sentiré más cómoda conmigo misma ¿Por qué? No lo sé, tal vez así me sienta menos yo. Ni siquiera sé lo que estoy buscando de ti, dejémoslo en que por ahora solo serás tú el contenedor de mis pensamientos, de mis preguntas y ocurrencias.
¿Estás de acuerdo?
No siendo más, empecemos...
¿Alguna vez has pasado por la mayor vergüenza de todas?
¿Lo has hecho frente al Crush* de tu vida?
Por supuesto que no, eres mi diario. Pero a mí me ocurrió el día de hoy cuando me encontraba sentada en un banco de madera casi frente a él, —o bueno, al otro lado de la calle—, observando cómo leía un libro. Siempre estaba tan inmerso en su lectura matutina que ni siquiera sentía mi impasible y perturbadora mirada a menos de veinte metros de distancia, incluso podía observarlo con un telescopio y ni se enteraría. Él era diferente a cada chico que había conocido u observado de lejos.
Y observaba a muchos.
Pero bueno, a lo que vamos ¿no?
¿Cómo desde una posición tan cómoda y agradable podía ocurrirme algo extraño?
Decidí hablarle.
Los pájaros cantaban, el sol brillaba y me sentía bonita, cosa que no era tan común. Mi cabello había hecho tregua el día de hoy y había decidió estar bien organizado. Con todo esto a mi favor me levanté directo a él. Directo hacia el Crush de mi vida.
Decidí caminar frente a él con la decisión impregnada en cada una de mis articulaciones. De verdad, sentía una emoción extraña en mi pecho: confianza. Incluso moví mis caderas un poco intentando imitar alguna comedia romántica que había visto en una aburrida tarde, pero ni siquiera levantó la vista en mi dirección, y lo que es peor, ni siquiera fue perceptible el movimiento de un solo músculo de su ser. Parecía poseído por el libro que acunaban sus manos.
Y como tú debes imaginar, seguí de largo. Mi osadía no era la suficiente como para interrumpir su lectura.
Resoplé frustrada porque si me había levantado de esa manera en su búsqueda, no podía volver a cruzar la calle y sentarme de nuevo derrotada. Compré un chocolate en la cafetería de la esquina, el mismo que él compraba de vez en cuando con la esperanza de que si me sentaba a su lado preguntara o me hablara al respecto.
Ya sabes, algo como:
''¡Hey! Yo también amo el chocolate ¿Quieres venir, sentarte conmigo y hablar sobre cualquier cosa sin sentido para hacerte feliz?''
Déjame soñar.
Desafortunadamente cuando regresé con el chocolate caliente en mis manos, no lo encontré por ningún lado. Parecía haber desaparecido, como si nunca hubiese estado allí leyendo.
«Miércoles —me dije mentalmente— ¿Cuánto me demoré en la cafetería?»
Me tomé mi chocolate caliente frustrada —ya que hacía un calor desesperante— y me dirigí a su casa negándome a perderle de vista. Sí, conocía dónde vivía porque a veces lo seguía.
Tal vez pienses que estaba loca y sí, tal vez todos en algún momento lo estamos por alguien. Sus ojos eran como el océano, o como el cielo, con ese azul intenso poco antes del anochecer. Me detenía a pensarlo y de seguro un zafiro envidiaría el hermoso color de sus ojos. Pero por supuesto no me quiero desviar del tema y parecer más demente de lo que ya parezco, quiero contarte mi triste historia de hoy y no puedo si ando vagando en pensamientos extraños.