-No puedo creer que nunca hayas chupado unas bolas masculinas -dijo el tío, mirándome con interés.
-Bueno, nunca se dio la ocasión... -me ruboricé y bajé la mirada.
-¿Y por el culo tampoco has probado, verdad? -Su tono burlón terminó de turbarme.
-Está bien, si no quieres, no respondas. Solo me parece raro... Llegar a los dieciocho sin tener ni pizca de experiencia.
Me senté en su regazo, estudiando con curiosidad sus genitales. Era tan extraño sentir bajo mi lengua la suavidad aterciopelada de esos sacos delicados. Sus testículos estaban bien afeitados, aunque aquí y allá asomaba algo de vello, que pinchaba levemente.
-Sí tengo experiencia, ya lo sabes. Tuve novio -dije, deslizando un dedo por la raya del escroto y haciendo rodar sus bolas en mi palma.
-Entonces, ¿vas a chupármelas o no? Perdiste la apuesta, y una deuda es una deuda.
-Lo haré -suspiré.
¿Por qué diablos acepté esto? La gran jugadora que soy. Sabía que podía perder.
Aunque, en realidad, había algo interesante en juego: el tío prometió prestarme su auto por un mes, y me vendría de maravilla para lucirme con mis amigas en la universidad.
-¡Pero no te voy a chupar la polla! -dije con firmeza, alzando la vista. Él solo sonrió. Llevaba tiempo pidiéndomelo, pero siempre me negué.
La verdad es que sé lo que es una mamada. Mi novio me ha insistido en que se la meta en la boca, pero solo de imaginar que alguien eyacularía en mi garganta, obligándome a tragar semen, me dan náuseas. Lo último que quiero es terminar con un trauma psicológico.
Agarre un testículo con los labios y, cerrando los ojos, lo succioné suavemente. Comencé a moverlo con la lengua, imaginando que era un caramelo. Lo importante es no distraerse y morderlo.
-¿Segura que no quieres probar un poquito? Al fin y al cabo, algún día tendrás que empezar... -insistió el tío.
Lo ignoré, concentrada en su bola. Resopló y dejó de insistir. Un minuto después, protestó porque no alternaba entre una y otra. Sin decir nada, obedecí.
Mientras chupaba, mi nariz y mejilla rozaban su pene, y me sorprendía lo ardiente que estaba. Era curioso, porque sus testículos seguían fríos, a pesar de mi boca.
-¿Al menos lo tocarás con la mano? -preguntó, ofendido.
Con cuidado, envolví su miembro con mi palma. Estaba resbaladizo por el precum, y solo de pensar en metérmelo a la boca, sentí incomodidad.
-Así, más firme -dijo, cubriendo mi mano con la suya y guiándola en el movimiento.
-¿Y me dejarás lamer tus tetas? -preguntó de nuevo.
Interrumpí mi tarea y lo miré con severidad.
-¿No pides demasiado por una sola partida? Jugaremos por eso la próxima vez.
-Qué complicada y aburrida eres -refunfuñó, mientras yo volvía a sus bolas.
-Tu madre a tu edad era mucho más complaciente -gimió, jadeando de excitación.
-¿Qué? -Lo miré, sorprendida. - Tío, ¿no me digas que hiciste esto con tu propia hermana?