Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
El regreso de la heredera adorada
Vuelve conmigo, amor mío
La segunda oportunidad en el amor
Enamorarme de ella después del divorcio
Tener hijo con mi mejor amigo
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Atraído por mi mujer de mil caras
Alexia
Otro día más ha pasado, pero no es cualquier día, hoy se cumplieron dos años de la muerte de mis padres en un accidente. Acabo de poner la marca número setecientos veinte en la pared, esos son los días que llevo viviendo en este sótano. Hace casi dos años que un maldito hombre me agarro en la calle y me trajo a este lugar inmundo. Los días pasan lentos, me obliga a limpiar su casa, a preparar su comida y solo me deja migajas, lo bueno dentro de tanto malo es que nunca quiso propasarse sexualmente conmigo. Pero eso no es lo peor, si cometo algún error, por más tonto que parezca, me levanta la remera me ata a un caño y me pega con un látigo, ya tengo tantas marcas que perdí la cuenta. Para ser sincera lo único que espero es morir, porque se que nunca podré salir de este encierro.
-Perra inmunda te quedas tranquila acá, voy a salir y no tardo en volver. De acuerdo.
-Si señor.
Lo veo salir cerrando la puerta, me quedo acurrucada en un rincón. Algo en mi interior me dice que vaya hasta la puerta y la intente abrir. Lo hago y para mi sorpresa no le puso llave. Abro la puerta y me deslizo sigilosa por la casa hasta encontrar una forma de salir. Para mi suerte hay una ventana abierta, afuera es casi de noche. Después de casi dos años salgo al exterior, lleno mis pulmones de aire y comienzo a caminar sin pensar a donde voy. Solo quiero alejarme lo más posible de ese terrible lugar. Las pocas fuerzas que aun me quedan comienzan a abandonarme, logro llegar a una gran avenida, si tengo suerte un auto me atropella y me libera de todo mi dolor. Me dirijo a cruzar la avenida sin mirar, de repente escucho una frenada brusca que me deja petrificada en el lugar. Alcanzo a ver como dos hombres bajan del vehículo. Me giro para observar a uno de ellos, me quedo impactada ante unos impresionantes ojos azules.
-Eres un ángel.
Alcance a decir tres palabras antes de que todo se volviera oscuridad.
Un rato antes en las oficinas Grey
Christian
Hoy fue un día muy productivo, realice varias compras y adquisiciones. Tengo programadas varias reuniones para poder ampliar mi empresa. Pero todo lo que hago no llena el vacío de mi corazón por no tener a quien amar. Por desgracia las mujeres que conocí hasta ahora solo me buscaban por mi dinero. Ya es hora de retornar a ese lugar que llamo hogar, pero que no es más que paredes frías y ambientes vacíos. Como deseo poder transformarla en un verdadero hogar. Mi secretaria ya se fue y ahora le mando un mensaje a Taylor para que este listo con el auto, lo hago mientras bajo en el ascensor. A veces pienso que logre fundar una compañía de la nada y llegar a ser uno de los hombres más ricos, pero todo es material y eso me hace sentir un hombre importante, pero solitario. Llego a la puerta de la empresa donde Taylor me espera con la puerta abierta del auto.
-Señor Grey
-Taylor vayamos a casa.
-Muy bien señor.
Cierro los ojos por un momento, no se por cuanto tiempo, una visión de unos ojos celeste cielo me llegan sin saber porque. El vehiculo frena de golpe, me incorporo para ver que paso. Frente al mismo hay alguien parado, bajo rápido junto a Taylor. Cuando me acerco es una joven, esta mal vestida y desarreglada. Me mira a los ojos.
-Eres un ángel.
Dice eso antes de desmayarse, por suerte la alcanzo a tomar entre mis brazos y no cae al piso.
-Señor tendríamos que llevarla a un hospital.
-No creo que sea conveniente, me parece que esta huyendo de algo malo y si la llevamos a un hospital la pueden volver a encontrar. Prefiero llevarla a casa y llamar a mi madre para que la atienda.
-Muy bien señor.