El sol de la mañana brillaba sobre los rascacielos de Singapur, reflejando su luz en los cristales pulidos de la ciudad. Mei Ling respiró hondo antes de cruzar las puertas de vidrio de la oficina de encomiendas. Su primer día de trabajo. Había pasado la noche anterior repasando mentalmente cada posible escenario, pero nada la preparó para el verdadero bullicio del lugar.
-¿Eres la nueva, verdad? -preguntó una mujer de unos cuarenta años con gafas de montura delgada.
Mei Ling asintió rápidamente.
-Soy la supervisora, la señora Tan. No tenemos mucho tiempo, así que escucha con atención. Te encargarás de recibir paquetes en la ventanilla. Pide los datos del remitente, revisa el contenido si es necesario y pesa cada envío. ¿Entendido?
-Sí, entendido -respondió Mei Ling con un ligero temblor en la voz.
-Bien. Aquí tienes tu gafete. Ponte el uniforme y comienza.
Mei Ling se apresuró a tomar su lugar detrás del mostrador. Apenas tuvo tiempo de acomodarse cuando la fila de clientes empezó a avanzar. Paquetes iban y venían, direcciones internacionales se mezclaban con nombres desconocidos, y sus manos aún torpes intentaban seguir el ritmo de la caja registradora.
Justo cuando creía que estaba logrando controlar los nervios, un joven de mirada vivaz y expresión despreocupada se acercó a la ventanilla. Llevaba una chaqueta ligera y una mochila colgando de un solo hombro. En sus manos sostenía un paquete mediano, envuelto en papel marrón.
-Hola -saludó con una sonrisa traviesa-. No te había visto antes.
Mei Ling levantó la vista y se encontró con unos ojos oscuros llenos de picardía.
-Es mi primer día -respondió con formalidad, intentando sonar profesional.
-Ah, eso lo explica -Jian Wei inclinó la cabeza ligeramente-. En ese caso, quiero que tengas mucho cuidado con este paquete. Es extremadamente delicado... y secreto.
Mei Ling frunció el ceño y tomó el paquete con sumo cuidado. Lo examinó con atención, sintiendo un nudo en el estómago ante la posibilidad de dañarlo. Justo cuando estaba a punto de colocarlo en la balanza, la cinta adhesiva del paquete se despegó de repente, y el contenido rodó sobre el mostrador.
Un pequeño panda de felpa quedó expuesto a la vista de todos.
Jian Wei soltó una carcajada.
Mei Ling parpadeó, sintiendo el calor subir a su rostro. Su mandíbula se tensó y tomó el peluche, empujándoselo de vuelta con firmeza.
-¿Esto era el paquete ultrasecreto?
-¡Claro! -respondió Jian Wei con una sonrisa encantadora-. Es un asunto de vida o muerte para mi hermana. Si no recibe su dosis mensual de pandas de peluche en España, podría colapsar.
La risa de Jian Wei era contagiosa, pero Mei Ling no estaba de humor.
-No tengo tiempo para bromas -espetó, cruzándose de brazos.
-Vaya, tienes carácter -comentó él, apoyándose en el mostrador-. No pensé que te lo tomarías tan en serio.
Antes de que Mei Ling pudiera responder, la señora Tan se acercó, conteniendo una risa.
-Jian Wei, deja de atormentar a los nuevos empleados.
-¿Atormentar? ¡Solo quería hacer su primer día más emocionante! -protestó con fingida inocencia.